Heidegger se refería a "abrir mundo" y enraizarse en la tierra. Eran dos condiciones existenciarias. Imagino que todos los ámbitos de trabajo serán planicies de insuficiencia y desiertas mesetas frías como las estepas rusas. Por eso entre otras cosas necesitamos tener amigos. Mi ámbito es la hammada saharaui, la desolada y anémica meseta que llega a Tinduf. Pero en mi hammada saharaui encontré el cabaret Oasis de Pepe el Boli, dos leyendas en El Aaiún del final de la ocupación española (también sale en la mejor novela sobre el Sáhara que llevo leída, de Luis Leante).
Hablé no hace mucho del abogado que abría mundo por manglares y junglas y de las chicas de quince años, que hermosísimas, se bañan en los ríos. Hasta allí no llega la coacción de la maquinaria reglamentista de la más ferrea moral que pretende abolir las excrecencias más pecaminosas de la naturaleza, en base a discursitos ideológico legalistas de los más sabios y libres.
Hoy he ido al despacho del abogado que abre mundo. No era preciso verme con él, pero yo le busco. Sé de su cotidianidad, de su día a día. Le hago muchas preguntas y él me contesta a todas. Tenía una lata de cerveza. Él sólo ofrece singularidad y cadenas de ruptura con el carácter angosto, adusto, limitado, monocorde, aburrido del pequeño mundo.
- ¿Qué bebes?
- Cerveza, pero sin alcohol.
- Ah, sin alcohol...- le he dicho con una carga ostensible de reproche y un rictus de indisimulado desprecio.
- Hace dos años que no bebo.
- Te lo pohibieron.
- No, lo dejé yo.
- ¿Lo dejaste tú? no me digas.
- Bebía mucho.
- Mucho ¿cuánto?
- 20 cervezas y 3 botellas de vino... al día.
- Es imposible, tendrías que dedicar 10 ó 12 horas a beber-
- Como que empezaba a las 7 con las cervezas.
Para no desmerecer -cuando le he contado lo que yo bebía me ha echado una mirada displiciente-, me he visto obligado a contarle algunas de mis proezas etílicas.
- ¿Cómo se vive sin beber?- se lo he preguntado temiendo que, de inmediato, se me iba a derrumbar este personaje que tanto me atrae. Ahora me dirá la clásica patraña higienista y didáctica de la Nueva Moral diseñada por médicos y gestores " que se encuentra de maravilla". Rumiaba anticipadamente la inminente y sombría decepción, cuando va y me contesta " la vida es más triste sin beber".
Desde que descubrí a mi hermano no me había pasado nada igual. Siempre me sorprende.
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