domingo, noviembre 21, 2010

140 euros invertidos en el Sáhara y unas 1.200 páginas leídas

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La temeraria y anónima retaguardia del Polisario con su correspondiente disfraz.
Este es el balance provisional: he leído casi 5 libros y aun me quedan 3, de los 8 que ha comprado en un par de semanas sobre el Sáhara. El sábado tendré Estudios saharianos de Julio Caro Baroja. Más suerte no he podido tener, pues está agotado. Luego iré a por más. Me está apasionando la historia a límites bastante exagerados.
La página más bella y épica la escribió el Polisario en su guerra contra Marruecos, que mereció (pero no se produjo) la involucración del Ejército español en la defensa de la independencia del Sáhara,  como algunos militares planearon, avanzando hasta Rabat a por el monarca alauí. El ser humano necesita epopeyas, mitos, exaltaciones, destino marcado, emociones, romanticismo, esperanza, belleza, dignidad e incluso moral. Debemos relativizar nuestras esperanzas y moderar nuestra necesidad de absolutos, la belleza incluida.
¿Qué cómo sería un estado saharaui independiente hoy? Evidentemente no sería democrático, ni plural ni respetuoso con los derechos humanos, ni tampoco próspero. Sería un país corrupto, la casta revolucionaria primero, yihadista después –ese cóctel mortal- estaría dividida, quizá con alguna guerra civil entre ellos a sus espaldas, con una emigración fantástica.
El Polisario tan nutrido de marxistas como islamistas, habría visto desplomarse desde el poder la herencia nacionalista y panarabista de Nasser, el laicismo baasista sirio, el movimiento de los países no alineados y el bloque soviético. Le faltó por conocer permaneciendo en el poder la revolución islámica de Jomeini, esa autenticidad yihadista, y tampoco conoció a los talibanes. Estar en Tinduf no compromete y lo paraliza todo. Es una urna.
Pero no son los saharauis ni sus derechos incluso deberes que puedan tener lo que me interesa, bastante tienen, me interesan las pulsiones de los europeos, sus representaciones, sus adhesiones, sus aparentes vocaciones.
No me gustan los europeos, no tanto por sus despilfarros y sus expectativas sobre ellos mismos, hijos de Dios que se lo merecen todo pero sin pagar jamás un precio, y pacifismo, otro de sus atributos de moralidad persecutoria, sino sobre todo por su eurocentrismo, ese vestigio colonial, que derrochan los progresistas europeos y españoles.  
En el caso del Sáhara, los españoles se creen super responsables, únicos actores, se atribuyen protagonismos y responsabilidades un tanto desmedidas. A la vez vacían de toda ¡hipótesis! de responsabilidad, como siempre, al Tercer Mundo, merecedores ad aeternum del trato de irresponsables menores de edad. Ni lo entienden. Se ponen tutelares, justicieros, hiper responsables, protagonistas únicos… Ya le hubiera gustado a España tener el protagonismo con el que sueñan muy retrospectivamente…
La lucha entre el principio de realidad, tan descarnado y terrible,  saharaui y el imaginario, rebelde contra su propio aburrimiento y opulencia, europeo, hispano especialmente, es intolerable.









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