He logrado unir a mi decadencia la viva imagen del pardillo, como muestro sin vergüenza, o altivez, que
sería aún peor. Detrás, la acreditación: la placa
Una vez dentro, en uno de los centros del poder del mundo. El poder siempre es mejor que lo tengan unos a que lo tengan otros, Dentro, tras pasar los controles de seguridad sucesivos, mucho personal de todas las razas. O son norteamericanos de nacimiento o lo son naturalizados. como Eguiar. A la mañana fui a acompañar a mi nieto mayor al colegio. La presencia hispana es como las mareas vivas de septiembre en el Cantábrico: cualquier recoveco lo colmatan; y no es un barrio periférico aunque español el colegio, que no de españoles. La multirracialidad es su signo vivo y bullente, y el respeto y civilidad. Una sociedad democrática y abierta, muchas otras no lo son.Aquí están madre e hijo.
Verte (un poco, tirando a nada, te toca) en el Departamento de Estado, más si es en el buró principal del Organismo (y no en zona baja precisamente), pues supone, te sobreviene, todo un flash back de tu vida. Absolutamente nada de mi niñez, juventud y madurez, entornos o influencias apuntaba a la mera posibilidad o contingencia, a esos firmamentos donde nos hallamos. Lo que es curioso por intrincado, es que desde niño me interesaba la política internacional, a las mañanas llegaban a ni casa el periódico (El Correo de Bilbao), el pan y la leche, Leía solo lo concerniente a la política internacional, la nacional era todo de exaltación de obras del franquismo (igual a las del doctor Sánchez). Con Norteamérica es más profunda; por tiempo, admirada, negada y combatida y definitivamente admirada y querida.Mi hijo abrigaba la idea de ser diplomático, tras el master de relaciones internacionales de Georgetown, se cruzaron dos bóvedas muy luminosos, la sociedad y mundo washingtoniano, y el amor. Otra diplomacia, otro mundo, estar, vivir y pensar. Mi afección norteamericana, como la pescadilla, ha acabado mordiéndose la cola.alguien que escribió sobre el Sáhara, al margen de la compacta y sudorosa versión de izquierda, no puede dejar de detenerse ante el busto de James Becker y sus planes para el Sáhara, el I y el II
Gran mural de Roy Liechtenstein en el Museo diplomático anexo al Departamento de estado


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