No llegan los manuscritos y no hay contactos apenas. Los escritores son los que buscan a los editores, y no al revés. Pues esto parece ocurrirme o, perdón por el neologismo, cariacontecerme. Con los que contacté se entregaron en un principio, con verdadero interés a la idea; una autoridad académica me pedía unos dos años para un proyecto que tenía que elaborar más, le dije que de dos nada.
No me voy a dedicar a la edición como profesional -yo siempre he cultivado el intrusismo, y no es broma-, sino que voy a ser un editor puntual, que va a publicar una colección que ya tiene nombre y que tendrá un número limitado de autores conforme a un plan. Al ser una colección ha de tener unidad.
Mi plan no es la editorial sino la colección primero y el editarla. Así me habré dedicado a todos los cometidos/compromisos de la literatura.
Estando en estas recibo los manuscritos de mi amigo exdiplomático y choco con una realidad obliterada: leerlos. Si me he pasado toda la tarde leyendo y tomando algunas notas... Si yo siempre he rehusado deberes, obligaciones, trabajo, el mero esfuerzo...
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