El jueves quedé con mi amigo el Herreño en el Parra a las 8,
como no teníamos de qué hablar nos quedamos hasta la 1, de pláctica. Nos
consideramos raros. El pudo haber sido un maestro zen. Carece por completo del
horror vacui, y ama el vacío, tiene una mentalidad japonesa y oriental, que rechaza la ornamentación
y lo concurrido. Añora la nada y la propiedad, No puede haber nada más
compatible. Convenimos en mucha cosas, que el problema no es el dinero sino
algo previo, que te gusten cosas que cuesten, de valor. No nos gustan los coches, los relojes, la ropa, las marcas. He de hacer un inciso, el solo gasta en materia
de vehículos una marca: BMV. Es una
excepción que yo ni siquiera tengo.
El herreño me recordó que estando en Bilbao, nos invitó a su
casa el ahora, desde hace ya años, Presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco,
y cómo cenando su mujer nos presentó
alborozada a su hijo que era cocinero. El Herreño siempre recuerda con la emoción que dijo cocinero. Ya tiene cierta fama. Pues decía que dijo que estando en Bilbao tomando cervezas yo le dije que parecía que bebía güisqui, por las succiones
pajariles.
Ayer sábado fuimos XY y yo al Puerto de la Cruz a ver a
Fer en su posoperatorio (perfect), al mediodía le lleve
chatka (aunque modalidad Mecadona) y volvimos después de comer. Pasadas las siete subimos al centro
comercial La Villa, un centro gigantesco, había estado una vez hace muchos
años. XY quería algo para la fiesta
del Consulado de Marruecos de Las Palmas. Como no salgo no veo gente, así que
me dediqué a mirar alrededor. ¿Hay menos tías buenas o mi libido ha descendido
mucho? Esta es otra fase, hace mucho descubrí que resultaba completamente
transparente para las mujeres. Podían chocarse contra mi tranquilamente. Ahora se las devuelvo. Me fijé en una jovencita, incluso en sus nalgas. Retiré la mirada inmediatamente pensando que podría ser captado por las cámaras del establecimiento. Hace un mes en Madrid me senté en una cervecería al lado de una joven y no me atreví a mirar a su cara por si acaso. Vi que tomaba una ensalada y me pedí una, después iba a pedir otra cosa que tomaba ella pero ya no me atreví con tanto acoso y machismo. Había más sitios y había ido a sentarme justo al lado de ella, era demasiado.
transparente para las mujeres. Podían chocarse contra mi tranquilamente. Ahora se las devuelvo. Me fijé en una jovencita, incluso en sus nalgas. Retiré la mirada inmediatamente pensando que podría ser captado por las cámaras del establecimiento. Hace un mes en Madrid me senté en una cervecería al lado de una joven y no me atreví a mirar a su cara por si acaso. Vi que tomaba una ensalada y me pedí una, después iba a pedir otra cosa que tomaba ella pero ya no me atreví con tanto acoso y machismo. Había más sitios y había ido a sentarme justo al lado de ella, era demasiado.
Respiré aliviado cuando se marchó. Me da que las mujeres van
a acelerar su paso a la invisibilidad.
Pero estábamos en La Orotava, en el gran centro comercial.
Al cabo encontré un bar y allí me deposité. Cuando próximas las diez vino
XY, le di cuenta de mis conclusiones
-Me quieres creer que no he visto un solo negro, ¡ni uno
solo! ¡Vaya país infecto de su propia nadería! Ni asiáticos. Solo tres hiyabs, dos, porque la misma ha
pasado dos veces, que en el Eroski de Fuengirola ya habría visto 500. Pero no
te lo pierdas, tampoco hay un solo peruano o ecuatoriano. Aquí no hay nada, solo locales, qué
aburrimiento, uniformidad, estrechez, grisura
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