viernes, mayo 04, 2018

Hubiera podido ser más dinámico

Hubiera podido ser quizá algo más dinámico en la vida si no estuviera poseído por una gran pulsión encaminada alternativamente a  la nostalgia o la melancolía. Dos pinceladas  por abreviar y no profundizar, aunque  venir a cuento.
Durante  días en casa seguía habituado al desierto y Marruecos, algo menos a ver partidos del Atleti de Madrid en  Mijas, Málaga. A donde llegué de Casablanca, a ver si podía beber un poco. Un mes más  y a lo tonto hubiera dejado de beber.
Está ocurriendo que mis grandes viajes me los estoy dando de viejo. Aunque Con cierto espíritu juvenil. No se corresponden con los viajes programados del IMSERSO. Conozco gente hago amigos, atravieso desiertos, que computaré brevemente para desconsuelo seguro  de las milicias de mis enemigos de clase: el valle de la Muerte, Sonora, Mojave y el del Sáhara.  Viajo por carretera. Oigo al asfalto recalentado gruñir o crujir.
Vagabundee unos días por Málaga (para mis amigos y para mí: Malacitania). Encontré dos grandes libros que incendiaron mi nostalgia y  melancolía. Me atrae muchísimo las ciudades o comunidades cercadas por otras mayores y ajenas. Y los dos libros  me introducían en esa experiencia tan interesante, que hace a uno encontrarse consigo mismo.
Comí un día  en Malacitania donde una vez lo hicimos  con nuestra familia americana, cuando los fastos. Yo hojeaba el libro de  Casablanca colonial. En la mesa de al lado se sentaron una pareja  de franja 45-50 años. Aunque su opulencia lo erosionara era joven. Hablaron poco y nos lanzamos algunas miradas furtivas. Me levanto, tras el pagaré y me dirijo a ellos así.
-Les ruego que me perdonen, apenas les  he escuchado hablar, pero creo que he reconocido su español, lo que me ha costado: ¿acaso son Mexicanos?
-Pues sí lo somos.
-Cielos santos y de dónde- me sale mi fraternidad iberoamericana, mis hermanos, parentesco que me resultaría imposible otorgar  a los españoles.
-Aunque estamos en DF somos de Cuernavaca, que no conocerá.
- ¿Qué no conoceré? Sepan que mi compatriota  Blanco Aguinaga, vascongado exiliado, profesor de Harvard escribió Camino de Cuernavaca.
- ¿Dónde se puede comprarlo?- me inquiere ella
-Estará descatalogado, pero estará en la biblioteca de Cuernavaca
- De dónde eres- y no Where are you from?
-Soy de Bilbao pero vivo en Tenerife
- ah, paradisíaco…
- Me fijaré cuando regrese.
-Siéntese con nosotros-él. Ella: es usted escritor. Yo: según mi memoria fui sr.advocat (tal cual se lo suelto sin el irreproducible añadido, que no debo decirlo), como no lo soy, sí he de ser escritor.
No, tengo cosas que hacer- que era irme al hotel aledaño a  la  catedral de impecable estilo racionalista o Bauhaus a chupetear un gin-tonic.
-El autor era de Irún y se exilió de adolescente con su familia en la Guerra Civil. Irún es la frontera entre España y Francia en el Atlántico. A un lado San Sebastián y al otro Biarritz.
-Sí Ondarribia, nosotros solemos ir al parador…
-Pero si ese fue mi territorio idílico cuando, enajenado, traspiraba vasquidad, que no es el momento
- Queremos retirarnos y vivir en España-
-Pues aquí nadie quiere ser español, podían hacer un intercambio sin el más mínimo problema


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