domingo, enero 21, 2018

Mi poderosa escritura

Aquí mi admirado Peter Handke. Tras un ensayo para  una revista de él, dejé de leerle, aunque compraba sus libros. Lo mismo me pasó con  Ernst Jünger
Resulta bastante milagroso que escriba, parto de todos los déficits o insuficiencias posibles: agredo a la gramática desde todos los ángulos, y no por un único vicio lateral enquistado; me salto las concordancias de número, género; no tengo interiorizado la función de las preposiciones, encontraba literario su mal uso, mi sintaxis  es retorcida y  de una ignorancia suma, para mí no es natural el orden sujeto- verbo- predicado, cuando una frase cruje me cuesta adivinar que es por el orden sintáctico infringido. Tampoco sé usar la puntuación, nunca me he sometido a pautas ni reglas, y claro, no las conozco. Jamás le di la más mínima importancia. Esto yo creo que mentalmente es lo más grave, en tanto expresa una lejanía del orden de las convenciones patológica, es una forma de dislexia, de desacato social y comunicacional,  de caos.
George Perec, me parec tan bueno, que no quería terminar sus libros, no lo hiciera desaparecer
En cuanto la adecuación pensamiento /expresión, hay cantidad de veces que me introduzco en lo intrincado sin tener recursos de orientación, ni luz para la oscuridad, ni clarividencia para expresar. No poseo pues una clara adecuación pensamiento/ forma verbal. Es cuando me salen  jeroglíficos que no llego ni yo a entender,  las ideas se atoran, no avanzan, se consumen esperando un interpretante, mis faltas no son solo retóricas sino también de significación, semánticas.
Envidio a los periodistas que no tienen que enfrenarse a tantos obstáculos como yo, que les salen las oraciones principales y las subordinadas con toda naturalidad y ya con la puntuación bien formada.
Todo esto se extrema en complicación cuando corrijo, porque  entonces me pongo a dudar de todo. Como no conozco las reglas gramaticales me guío por el oído y la vista (lo leído), me atengo a lo que mejor me suena, es decir por tierras aún más pantanosas. Compré, cuando ya muy mayor me puse a escribir, libros de gramática y recomendaciones y normas para escribir. Como soy de natural muy vago, no los he leído ni los consulto, a pesar de que tengo varios.
Ahora estoy terminando mi cuarto libro del Sáhara y es un sufrimiento. Estoy en la cuarta corrección y faltan puntos, sobran comas, las preposiciones bailan, las concordancias se incumplen; de repente se producen disrupciones narrativas. Desarrollo argumentos que  no he planteado previamente, me baso en una idea o un precedente que se me ha ocurrido pero  que no lo he escrito. Eso dicen que hago cuando hablo, dar por sabidos mis pensamientos y asociaciones, hablo con la gente como si participaren de mi mente y estuvieran en mi mundo interior.
Podría seguir ahondando en mis limitaciones, impericia, déficits, incompetencia, vicios, ignorancia supina –no tenía que haber pasado de 4º o 5º de bachillerato, porque no lo merecía-, pero no lo haré. Daré un  giro de autoestima.  Si con mis limitaciones mecánicas y funcionales tan objetivas escribo como lo hago, qué hubiera hecho sin ellas. Como la escritura hubiera sido mero fluir, fácil y encadenado, me hubiera hecho abogado, vendedor de feria, presuntuoso y escuchándome hablar.
Tranquilos, saldré de esta. Al final terminado los lances, artículos o libros, no me veo tan nefasto, muchas veces interesante.  

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