viernes, diciembre 08, 2017

La traición del noruego

Cuando el lunes ya degustaba anticipadamente la fusión con el noruego y su tripulación, no compareció. “No vienen”  nos decíamos los sentados y los de a pié (los camareros). Quien sí apareció fue un señor advocat bien recibido, que andaba  por el área y conoce nuestra guarida. Es una persona culta, al que Fer le decía que estaba muy guapo y estaba como siempre. No llevaba chaqué ni cosas así
Acabo de recibir de Guatemala o El Salvador – de quién va a ser: mi hijo nuevamente haciendo las Américas- una gran noticia. Una cosa de ensueño, para la época de magia navideña.
Es obra de mi hija, cada cierto tiempo imprime un giro a su vida: la editorial Random –house en Nueva York , el cine independiente en Los Ángeles, la agencia internacional de migraciones en Washington con viajes a las  zonas de mayores desgracias de la Tierra, y ahora en un puesto relativo a derechos humanos en una gran multinacional, cabecera del sector.
Por razones del cargo que tiene en su empresa, puede  disponer  de  privilegios que también nos alcanzan de lleno. Se trata de algo que solo pasa una vez en la vida, aunque me da que vamos a repetir lo que solo pasa una vez en la vida.
A su debido tiempo ya daremos cuenta de lo que se trata, no falta mucho.
Por otro lado he vuelto a salir a la ciudad. He andado, me he comprado dos libros, en la histórica librería y el dueño, me ha venido caluroso a decirme “ya te sigo por la prensa”, con cara de “jo”, “uf”, “vaya”.
El del bar donde desayuna XY, los días que puede hacerlo (por el trabajo), me lee también y le suele decir a veces “hoy ha estado suave”.
Mi hermano me ha hecho esperar y he respondido como siempre: yéndome.  No bajo a la ciudad, pero si lo hiciese ya no puedo quedar con él. Sale a las 14 del instituto. Pues me ido con mis libros al bar del Círculo de BBAA donde no iba ni sé desde cuándo. Me ha llamado el catedrático –siempre asuntos intelectuales-, si me esperas voy, no, no vengas porque me voy enseguida. La señora era cubana y le he hecho algunas adivinanzas. Como bajo caminando ampliando el circuito, luego subo en taxi. Con los taxistas siempre hablo de su sector. Al hablar con ellos lo conozco. Me sé hasta las tarifas  a los cruceristas (cruceros) que les suben al Teide y luego les llevan a Puerto Cruz de compras.  El taxista no tenía ganas  de despedirme, me ha visto iniciado  y me ha tratado  como a un  colega. Con  el catedrático estábamos hablando de la semiótica de Peirce en relación a Wittgenstein y después al  gremio del taxi.     
   

No hay comentarios: