Cuando el lunes ya degustaba anticipadamente la fusión con el noruego
y su tripulación, no compareció. “No vienen”
nos decíamos los sentados y los de a pié (los camareros). Quien sí apareció
fue un señor advocat bien recibido, que andaba
por el área y conoce nuestra guarida. Es una persona culta, al que Fer
le decía que estaba muy guapo y estaba como siempre. No llevaba chaqué ni cosas
así
Acabo de recibir de Guatemala o El Salvador – de quién va a
ser: mi hijo nuevamente haciendo las Américas- una gran noticia. Una cosa de
ensueño, para la época de magia navideña.
Es obra de mi hija, cada cierto tiempo imprime un giro a su
vida: la editorial Random –house en Nueva York , el cine independiente en Los
Ángeles, la agencia internacional de migraciones en Washington con viajes a las zonas de mayores desgracias de la Tierra, y ahora en un
puesto relativo a derechos humanos en una gran multinacional, cabecera del
sector.
Por razones del cargo que tiene en su empresa, puede disponer
de privilegios que también nos
alcanzan de lleno. Se trata de algo que solo pasa una vez en la vida, aunque me
da que vamos a repetir lo que solo pasa una vez en la vida.
A su debido tiempo ya daremos cuenta de lo que se trata, no
falta mucho.
Por otro lado he vuelto a salir a la ciudad. He andado, me
he comprado dos libros, en la histórica librería y el dueño, me ha venido
caluroso a decirme “ya te sigo por la prensa”, con cara de “jo”, “uf”, “vaya”.
El del bar donde desayuna XY, los días que puede hacerlo
(por el trabajo), me lee también y le suele decir a veces “hoy ha estado
suave”.
Mi hermano me ha hecho esperar y he respondido como siempre: yéndome. No bajo a la ciudad, pero si lo
hiciese ya no puedo quedar con él. Sale a las 14 del instituto. Pues me ido con
mis libros al bar del Círculo de BBAA donde no iba ni sé desde cuándo. Me ha
llamado el catedrático –siempre asuntos intelectuales-, si me esperas voy, no,
no vengas porque me voy enseguida. La señora era cubana y le he hecho algunas
adivinanzas. Como bajo caminando ampliando el circuito, luego subo en taxi. Con
los taxistas siempre hablo de su sector. Al hablar con ellos lo conozco. Me sé
hasta las tarifas a los cruceristas
(cruceros) que les suben al Teide y luego les llevan a Puerto Cruz de compras. El taxista no tenía ganas de despedirme, me ha visto iniciado y me ha tratado como a un
colega. Con el catedrático
estábamos hablando de la semiótica de Peirce en relación a Wittgenstein y después al gremio del taxi.
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