domingo, junio 18, 2017

Mácaros, como Massada, una fortaleza consolidada

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Como habitualmente visto con más que absoluta informalidad y como una vez me vi en la foto oficial de un encuentro- Mácaros en el señorial Oliver, de manera un tanto desarrapada, siendo el único que había omitido la chaqueta, decidí ir con chaqueta ayer. Un poco de etiqueta.
Ayer vino un vascongado que es canario, pero  de familia étnicamente pura y nacionalista vasca. Tiene todas las características de las familias de los exiliados que  mantienen vivo el fuego de la patria, sabe de los baskisch. 24 apellidos vascos, como yo y palabras euskéricas.  No siento la más mínima admiración por los vascos, no más que por chechenos y yemeníes, y eso solo si estoy de humor, si no los rebajo a Hamás.  Con esta nueva incorporación me sale la familiaridad o la tribalidad. No lo puedo remediar. Transfusión RH. Aunque  no pare de escarnecer e injuriar a los vascongados.


                      El Comité ejecutivo: políticos, nihilistas y dubitativos
Todo el mundo tenía interés por mi viaje por el Oeste americano. Juan a las 3:30 en la puerta del Oliver que le contara: haber venido antes. Es otro, además del equipo del viaje, que se iría a vivir a EE.UU. En nuestro grupo intelectual ya muy consolidado, -nos hemos constituido en una suerte de hermandad, donde solo tienen cabida los elegidos- tengo fama de hablar el que más,  no dejar hablar, y expulsar (los llamados golpes de Estado) a los alógenos, intrusos o indebidos. Inmerecidos. Hay consenso en relacionar mis arremetidas contra nuevos, con el no regreso de los ultrajados, para eso lo hago,  escarmentados. Como no solo no se solidarizan con los autoexcluidos (estimulados) sino que casi lo celebran, y para no defraudar ayer me emplee a fondo. Volví acusarlos de no leer los libros, o de hacerlo, no haberse enterado de nada, que es cuando yo oficio sacerdotal, y ebrio de facundia mis palabras danzan. Y danzan porque yo busco sorprender, el efecto inesperado, las salidas imprevisibles, que sea imposible imaginar la oración subordinada o la frase siguiente. Mi argumentación, que intento trascendente, no es más que escenografía, oportunidad, contraste con lo que está por llegar. Y se ríen, porque sé hacerlo.
Como por los nuevos siento admiración, caso del ingente Luis II o el vascongado, amplío diana y dardos contra el resto. Ayer les descubrí otro vicio. Ya había denunciado en ellos su afán de buscar y proponer soluciones, alternativas y arreglos-mundi. Hay dos modelos de intelectuales: el político y el nihilista (ellos son políticos y yo nihilista, también mi hermano, luego está Ex doctor Harris y el exministro canario de constitución dubitativa y prudencial). No les basta con  preocuparse por arreglar o recrear el mundo como demiurgos, semidioses, héroes, sino que ahora buscan los propósitos, intenciones, interpretaciones del autor leído, para así tener un franco diálogo con él. Los abaten  de sus peanas y altares para dar rienda suelta a sus planteamientos,  concepciones y cosmovisiones y sobre todo a su vigoroso raciocinio crítico. A todos tutean, enmiendan la plana, revocan. Lo importante no es lo dicho  o escrito sino lo que quiso decir. Así todos pasan por su tamiz, los hacen suyos y plebeyos, no hay valoración sin firma, todos llevan sello. Autoría. Una suplantación de autorías. Quitando el dubitativo ex doctor Harris, que se pone equidistante del autor y de sí mismo, como el ex ministro canario, que son como una misma persona… para el resto son punching ball. Estos saqueos los inició Juan Pedro, que ahora que se ha vuelto tibetano y cultiva la indiferencia, los demás ocupan su lugar. Me ríen las gracias, yo me crezco, me veo imbuido de inspiración y vuelo por la noche nocturno y embaucador.   


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