viernes, marzo 10, 2017

En torno al coach HAN, mi participación no presencial

De LIBRO DE AUTOAYUDA es como mejor se puede calificar este opúsculo best seller. Fue la intuición más luminosa y certera que he visto en tiempo manifestarse: la de mi hermano. Solo la demolición general de lo sustancial, de valores y jerarquías, permite que puedan suplantarse los temas propios del pensamiento por diagnósticos de las insuficiencias, aflicciones, flaquezas  psíquicas del hombre actual, muy presuntamente. El autor coreano se ofrece como lo más banal de esta época: otro COACH. Efectivamente estamos bajo el dominio de los manuales de autoayuda y de los coach, de sanadores, orientadores, terapeutas,  directores espirituales que para brindar terapias de ayuda precisan antes los diagnósticos -no contextos epistemológicos, marcos de comprensión, horizontes hermenéuticos modificados o alterados por  indicadores culturales-  sino  padecimientos sicológicos genéricos. Evidentemente  la tonta analogía epidémica  e inmunológica la impone el inconsciente del autor sin más. A esas correspondencias  (mete muchas) llega en su libro. En un campo cómodo sin teoría del sujeto: sin inconsciente, sin biografía, pulsiones, anhelos, deseos, imaginario, determinaciones  exógenas u endógenas. Todo lo contrario que Freud, Lacan, Reich, Marcuse… Los coach no hacen teorías ni elaboran pensamiento sino acotan aflicciones, frustraciones, insatisfacciones, contratiempos    que sanan los  curanderos: coach, guías de espiritualidad y charlatanes de pseudo ciencias. Van directo al alma turbada, indecisa, debilitada para ofrecerle bebedizos, cuidados, acompañamiento, apoyos, escuetas  iluminaciones sobre los tres siguientes pasos a seguir. Agrupan y unifican la sintomatología bajo un diagnóstico rotulado con sintagmas “filosóficos”. La definición diagnóstica lo dirá todo, nadie va a desarrollar o concluir sus ideas, porque la comunidad académica (la “verdad intersubjetiva”: Habermas, Appel) no va a ir a los kioskos de los aeropuertos para debatir con él. No tiene una dimensión dialógica  -no existe académicamente- como postula Habermas. Solo recensiones editoriales  de marketing. Un horizonte de pseudofilosofía, a pesar de que el pensamiento se diluya para que enfermeros del alma atiendan  las erupciones molestas e incómodas  de la existencia. Determinados esos sarpullidos, son ya fáciles los ungüentos para los diestros en pomadas. El psicoanálisis omitido totalmente, al menos aspiraba a descender a las simas de la existencia.  
Los coach y las autoayudas no abordan al sujeto, no tiene una teoría sobre él, que carece de sustancia y esqueleto, no es más que un amasijo de síntomas que la sociedad liberal –no podía ser hoy el Antiguo Régimen ni el comunismo-  le ha impuesto, no hay ni variaciones ni respuestas individuales.  Todos ellos ofrecen sin excepción el mismo recetario:  Mindfulness, sosiego emocional, balsámica espiritualidad, “búsqueda de la verdad”, “plena conciencia”….  que es exactamente lo que en todo tiempo ha ofrecido el chamanismo. Es ese su campo, su éxito masivo y nivel.
El gran Han
 Estos bestseller de 70  páginas /fast food coincide con las también 70 de Hessel en simplicidad bobalicona, que  le acompaña también como síntoma de este tiempo –no son interpretes sino ellos mismos preeminentes síntomas-;  STEPHAN HESSEL el profeta de “¡INDIGNAOS! es su par.
HAN es interesante  por lo que exhibe y de lo que informa de forma tan abrumadora, no por su peritar sobre la niña del ojo, color de las uñas o raíces del cabello. Estaría dispuesto a debatir –de cualquier participación en debatir ese libro y autor me liberan estas líneas- sobre su imposibilidad de mestizaje, la preeminencia de su orientalismo nativo y la refracción real del paradigma occidental, o sea: introspección, contemplación, auscultación interior, sintonía con la verdad, espiritualidad balsámica, anhelo de nirvana, rechazo de lo accidental y fragmentario, rechazo del mundo y su problematicidad, conflictos,  insuficiencia…
Sobre esos anclajes lo más que ha logrado es darse un barniz intelectual, profanador de la filosofía  alemana, que consume como chicle.
HAN gana talla porque el mismo vuelve a ser síntoma de la superficialidad de esta época, y de los nuevos arquetipos: el metalúrgico oriental se vuelve filósofo alemán.  HAN se reinventa –el coach debe jugar con su ejemplo-, se reinventa porque se puede enseñar a vivir abriendo posibilidades inéditas como la vida de fantasía. El coach diagnóstica a una sociedad cansada y aburrida, y deja entrever las intemporales  fuentes de verdad del orientalismo.
El amasijo de síntomas se corresponde con el revoltijo de los autores a los que saquea y desmantela. 
Ignoro que  Heidegger ha podido leer porque no entiende la verdad como aletheia, como ocultamiento y desvelamiento simultáneo, correlativo;  reversibilidad y compatibilidad.
¿Positividad? Heidegger no podría evitar hacer comparecer a lo velado. Si resulta que por doquier  florecen, primaverales, arcanos, trasfondos, trasuntos, anhelos de claves  metafísicas que demuestran su malestar total con la  positividad. Será por eso  la proliferación  invasiva de la autoayuda, los coach, los guías espirituales, la búsqueda de consuelos metafísicos, el consumo de esperanza, expectativa y salvación que alimentan mercachifles. La positividad se ha erigido en el polo del que huir.
No ha entendido a Hannah Arendt:  la vita contemplativa versus vita activa, el homo laborans,  y la natividad no se refieran más que a postulados políticos (es su único campo de significación) en la polis, no campos para operadores  del alma como los coach-
Tampoco sabía yo que Foucault alguna vez definiera la sociedad como disciplinaria, creía que era dirigido a un sector social e histórico y basado en concepciones  jurídicas y clínicas. No era la sociedad la analizada, sino instituciones, sistemas, praxis, funciones, codificaciones… En absoluto la sociedad. Y así, todo, de lo poco que he conseguido hojear.
PETER HANDKE el ensayo sobre el cansancio.
El libro de Handke de ese título es de 1989, edición española. Lo escribe un  autor inusitadamente creativo y original, un merodeador de los lugares en que nadie se adentra. Nadie como él representa la originalidad,  su huida a las afueras, a la periferia de las ciudades, su paso por los lugares no frecuentados, y  el más radical  alejamiento de los fenómenos sociológicos. Su biografía y obra representa la posibilidad de vida  radicalmente apartada de la sociedad, el vagabundeo. Parece  muy  poco acertado acudir justamente al sociópata que ha hecho de su vida la huida de sus semejantes y escala de vida, la excepcionalidad absoluta. Realidad que a los coach jamás apreciarían. Tampoco me lo podía creer. El cansancio de Handke es personal (no es tan tonto como para categorizarlo) y literario. ¿O acaso es muy antiguo? La estafa intelectual es delictiva. Saltémonos al amo y al esclavo de Hegel y Prometeo.
La filosofía existe
Hay una genealogía absolutamente decisiva que proviene casualmente de Heidegger, pero de verdad. Llenan bibliotecas, departamentos, congresos, publicaciones académicas, no librerías de aeropuertos, ni recensiones de marketing editorial, ni noticias periodísticas por fenómenos de ventas.
 Braudillard , Lyotard, Derrida, Foucault  no fueron bestseller en la hiper intelectual Francia, pero triunfaron totalmente en las universidades americanas,  los famosos “estudios culturales”,  “poscoloniales” e identitarios  derivan directamente de ellos. Hace poco se podía leer en El País que ese éxito clamoroso se debía al sentido práctico americano: la voracidad por hacer realidad  cualquier teoría o idea. Su pensamiento ha ido pregnando toda la cultura y valores actuales como pocas veces antes había ocurrido. Este vivir posmoderno se lo debemos a ellos y al afán de aplicación práctica de los americanos. Ninguno  diagnosticó al sujeto, evidentemente, sino sus parámetros institucionales  y culturales. El pensamiento, la filosofía  cala, se debate y rebate, desplaza, arraiga, progresa, encuentra adalides, aliados, sitios claves… Como sabemos, supongo, se produce el fenómeno cultural inverso que con los libros de autoayuda, bestseller o conjunto de  libros de aeropuerto: idioteces de muy fácil consumo por su futilidad.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Ñó! ¡Qué bueno!

Su participación no presencial compensa su ausencia en la discusión intelectual de anoche.

Lo que no hubo fue compensación de la ausencia en el Oliver de su sentido del humor (y ¡ay! sus exabruptos). Se le echo de menos: su ausencia le hizo más presente.

Desde luego la tertulia sin el Vasco no es lo mismo.

Salu2.
EDH