De LIBRO DE AUTOAYUDA es como mejor se puede
calificar este opúsculo best seller. Fue la intuición más luminosa y certera
que he visto en tiempo manifestarse: la de mi hermano. Solo la demolición
general de lo sustancial, de valores y jerarquías, permite que puedan
suplantarse los temas propios del pensamiento por diagnósticos de las
insuficiencias, aflicciones, flaquezas psíquicas del hombre actual, muy presuntamente.
El autor coreano se ofrece como lo más banal de esta época: otro COACH.
Efectivamente estamos bajo el dominio de los manuales de autoayuda y de los
coach, de sanadores, orientadores, terapeutas, directores espirituales que para brindar terapias
de ayuda precisan antes los diagnósticos -no contextos epistemológicos,
marcos de comprensión, horizontes hermenéuticos modificados o alterados por indicadores culturales- sino padecimientos sicológicos genéricos. Evidentemente la tonta analogía epidémica e inmunológica la impone el inconsciente del
autor sin más. A esas correspondencias
(mete muchas) llega en su libro. En un campo cómodo sin teoría del
sujeto: sin inconsciente, sin biografía, pulsiones, anhelos, deseos,
imaginario, determinaciones exógenas u
endógenas. Todo lo contrario que Freud, Lacan, Reich, Marcuse… Los coach no
hacen teorías ni elaboran pensamiento sino acotan aflicciones, frustraciones,
insatisfacciones, contratiempos que
sanan los curanderos: coach, guías de
espiritualidad y charlatanes de pseudo ciencias. Van directo al alma turbada,
indecisa, debilitada para ofrecerle bebedizos, cuidados, acompañamiento, apoyos,
escuetas iluminaciones sobre los tres
siguientes pasos a seguir. Agrupan y unifican la sintomatología bajo un
diagnóstico rotulado con sintagmas “filosóficos”. La definición diagnóstica
lo dirá todo, nadie va a desarrollar o concluir sus ideas, porque la comunidad
académica (la “verdad intersubjetiva”: Habermas, Appel) no va a ir a los kioskos
de los aeropuertos para debatir con él. No tiene una dimensión dialógica -no existe académicamente- como postula
Habermas. Solo recensiones editoriales de marketing. Un horizonte de pseudofilosofía,
a pesar de que el pensamiento se diluya para que enfermeros del alma atiendan las erupciones molestas e incómodas de la existencia. Determinados esos
sarpullidos, son ya fáciles los ungüentos para los diestros en pomadas. El
psicoanálisis omitido totalmente, al menos aspiraba a descender a las simas de
la existencia.
Los coach y las autoayudas no abordan al
sujeto, no tiene una teoría sobre él, que carece de sustancia y esqueleto, no
es más que un amasijo de síntomas que la sociedad liberal –no podía ser hoy el
Antiguo Régimen ni el comunismo- le ha
impuesto, no hay ni variaciones ni respuestas individuales. Todos ellos ofrecen sin excepción el mismo
recetario: Mindfulness, sosiego emocional,
balsámica espiritualidad, “búsqueda de la verdad”, “plena conciencia”…. que es exactamente lo que en todo tiempo ha
ofrecido el chamanismo. Es ese su campo, su éxito masivo y nivel.
El gran Han
Estos
bestseller de 70 páginas /fast food coincide
con las también 70 de Hessel en simplicidad bobalicona, que le acompaña también como síntoma de este tiempo
–no son interpretes sino ellos mismos preeminentes síntomas-; STEPHAN HESSEL el profeta de “¡INDIGNAOS! es
su par.
HAN es interesante por lo que exhibe y de lo que informa de
forma tan abrumadora, no por su peritar sobre la niña del ojo, color de las
uñas o raíces del cabello. Estaría dispuesto a debatir –de cualquier
participación en debatir ese libro y autor me liberan estas líneas- sobre su
imposibilidad de mestizaje, la preeminencia de su orientalismo nativo y la
refracción real del paradigma occidental, o sea: introspección, contemplación,
auscultación interior, sintonía con la verdad, espiritualidad balsámica, anhelo
de nirvana, rechazo de lo accidental y fragmentario, rechazo del mundo y su
problematicidad, conflictos, insuficiencia…
Sobre esos anclajes lo más que ha logrado es
darse un barniz intelectual, profanador de la filosofía alemana, que consume como chicle.
HAN gana talla porque el mismo vuelve a ser
síntoma de la superficialidad de esta época, y de los nuevos arquetipos: el
metalúrgico oriental se vuelve filósofo alemán.
HAN se reinventa –el coach debe jugar con su ejemplo-, se
reinventa porque se puede enseñar a vivir abriendo posibilidades inéditas como
la vida de fantasía. El coach diagnóstica a una sociedad cansada y aburrida, y deja
entrever las intemporales fuentes de
verdad del orientalismo.
El amasijo de síntomas se corresponde con el
revoltijo de los autores a los que saquea y desmantela.
Ignoro que Heidegger ha podido leer porque no entiende la
verdad como aletheia, como ocultamiento
y desvelamiento simultáneo, correlativo; reversibilidad y compatibilidad.
¿Positividad? Heidegger no podría evitar
hacer comparecer a lo velado. Si resulta que por doquier florecen, primaverales, arcanos, trasfondos,
trasuntos, anhelos de claves metafísicas
que demuestran su malestar total con la positividad.
Será por eso la proliferación invasiva de la autoayuda, los coach, los guías
espirituales, la búsqueda de consuelos metafísicos, el consumo de esperanza,
expectativa y salvación que alimentan mercachifles. La positividad se ha
erigido en el polo del que huir.
No ha entendido a Hannah Arendt: la vita contemplativa versus vita activa, el homo laborans, y la
natividad no se refieran más que a postulados políticos (es su único campo de
significación) en la polis, no campos para operadores del alma como los coach-
Tampoco sabía yo que Foucault alguna vez
definiera la sociedad como disciplinaria, creía que era dirigido a un sector
social e histórico y basado en concepciones
jurídicas y clínicas. No era la sociedad la analizada, sino
instituciones, sistemas, praxis, funciones, codificaciones… En absoluto la
sociedad. Y así, todo, de lo poco que he conseguido hojear.
PETER HANDKE el
ensayo sobre el cansancio.
El libro de Handke de ese título es de 1989,
edición española. Lo escribe un autor
inusitadamente creativo y original, un merodeador de los lugares en que nadie
se adentra. Nadie como él representa la originalidad, su huida a las afueras, a la periferia de las
ciudades, su paso por los lugares no frecuentados, y el más radical
alejamiento de los fenómenos sociológicos. Su biografía y obra
representa la posibilidad de vida radicalmente
apartada de la sociedad, el vagabundeo. Parece muy poco acertado acudir justamente al sociópata
que ha hecho de su vida la huida de sus semejantes y escala de vida, la
excepcionalidad absoluta. Realidad que a los coach jamás apreciarían. Tampoco
me lo podía creer. El cansancio de Handke es personal (no es tan tonto como
para categorizarlo) y literario. ¿O acaso es muy antiguo? La estafa intelectual
es delictiva. Saltémonos al amo y al esclavo de Hegel y Prometeo.
La filosofía
existe
Hay una genealogía absolutamente decisiva que
proviene casualmente de Heidegger, pero de verdad. Llenan bibliotecas,
departamentos, congresos, publicaciones académicas, no librerías de aeropuertos,
ni recensiones de marketing editorial, ni noticias periodísticas por fenómenos
de ventas.
Braudillard , Lyotard, Derrida, Foucault no fueron bestseller en la hiper intelectual
Francia, pero triunfaron totalmente en las universidades americanas, los famosos “estudios culturales”, “poscoloniales” e identitarios derivan directamente de ellos. Hace poco se
podía leer en El País que ese éxito clamoroso se debía al sentido práctico
americano: la voracidad por hacer realidad cualquier teoría o idea. Su pensamiento ha ido
pregnando toda la cultura y valores actuales como pocas veces antes había
ocurrido. Este vivir posmoderno se lo debemos a ellos y al afán de aplicación
práctica de los americanos. Ninguno
diagnosticó al sujeto, evidentemente, sino sus parámetros
institucionales y culturales. El pensamiento,
la filosofía cala, se debate y rebate,
desplaza, arraiga, progresa, encuentra adalides, aliados, sitios claves… Como
sabemos, supongo, se produce el fenómeno cultural inverso que con los libros de
autoayuda, bestseller o conjunto de
libros de aeropuerto: idioteces de muy fácil consumo por su futilidad.
1 comentario:
¡Ñó! ¡Qué bueno!
Su participación no presencial compensa su ausencia en la discusión intelectual de anoche.
Lo que no hubo fue compensación de la ausencia en el Oliver de su sentido del humor (y ¡ay! sus exabruptos). Se le echo de menos: su ausencia le hizo más presente.
Desde luego la tertulia sin el Vasco no es lo mismo.
Salu2.
EDH
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