miércoles, marzo 22, 2017

Mañana a mi pueblo.

 
Prolegómeno de los desiertos de Arizona, en relación a mi sedentarismo en la cámara acorazada del búnker, como llamamos mis interlocutores y yo de diario, a mi estudio de lectura. Ese anclaje ha resultado providente por el libro que he escrito y que me hace muy feliz.
Mi hermano  me informa de su vida profesoral, la habitual y  de sus reuniones en la Universidad con filósofos académicos, que alguno viene de Madrid. Le estoy empezando a envidiar. Hoy que he bajado (excepción), en Los Reunidos casi ni me ha hecho caso.
En Bilbao estaré hasta el jueves siguiente en que viajaré a Cádiz. Ese jueves viene el Niño y su jovencísima novia a mi casa/hospedería. Ella, de Bellas Artes, busca arte por coherencia y Bilbao tiene oferta. Me estoy convirtiendo en un gran usuario ferroviario, recorro España de norte a sur o viceversa con cierta frecuencia, leo, veo el paisaje y el paisanaje, y en hora de aperitivo me voy al bar.
Me dice Rosana antes, llevarás libros. No, los compro allí. Sí llevaré creo que ya mi última corrección de mi libro. Espero que me abra puertas. Voy muy a gusto a mi tierra. Hoy he pensado algo en lo que nunca habían pensado, producto de la edad. Hace un par de años o menos pensé que había ido durante más tiempo a Las Arenas que a Bilbao. Durante más décadas he ido a Getxo que la duración del tiempo (concentrado) en que viví en Bilbao. Me he dado cuenta de que en Bilbao, en relación a mi vida, no he vivido tanto tiempo. Muy curioso, al final soy un bilbaíno de medio pelo cuando yo me creía rebosante de esa condición. Para mí es muy curioso. Llevo mucho más tiempo aquí. A lo que hay que descontar: mili, tres años interno, dos veranos interno, todos los veranos incluido los de niño en Alemania. Dentro de poco tiempo no seré ni bilbaíno.
Es interesante porque en este viaje ya me podré considerar medio turista y ver todo con ojos de novedad.


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