Desde
hace meses ir a Los Reunidos no es como antes. Ya no se puede aparcar por culpa
de esas floraciones fantásticas de humor y gracia desbordante que constituyen las murgas de Santa Cruz de
Tenerife, y copan la calle por sus ensayos. No hay nada más dramático
que los indispuestos ontológicamente a la mera posibilidad de humor traten de
mostrarse graciosos. Ocurre además con la ingenuidad absoluta de quienes
carecen de toda capacidad autocrítica y con la complicidad de un público igual
de ausente de gracia, ingenio, chispa e imaginación que ellos. Se
funden convenciones de supuesto humor absolutamente previsibles, chuscas,
fórmulas de gracia, por ejemplo los tacos hacen reír mucho, los dichos, la
repetición ad aeternum de tonterías ya
dichas, cuanto más repetidas, mejor. Es curioso como el antihumor sirve como fórmula de humor, para
los más desprovistos.
Pasas
al lado de ellos y exudan sosería, prosaísmo, aburrimiento, ni un solo rapto de
humor o dislate de espontaneidad, algún
vuelo del ingenio. Les ves de cerca y piensas que si no fuera por el programa
municipal nunca habrían hecho reír a nadie. Como la función humana de la risa
existe, ha de operar y opera incluso en los más desgraciados e inmotivadamente, como guión o prescripción.
Cuando
los payasos murgueros no habían colonizado la zona, aparcabas perfectamente y
estaba Ahmed, de Sidi Ifni, pasado al Sáhara, fortachón y siempre riéndose. Si
no había sitio le daba la llave y me aparcaba el coche y luego cuando se iba me
traía la llave. Le invitaba a un vino. Era un muslim que no hacía ningún ascos al alcohol, parecía más bien un sacerdote del dios Baco. Cuando la invasión de los
payasos, desapareció. A veces tenía un ayudante muslim. Se alegraba de verme.
Los dos gritábamos como posesos “Ait-bamran”, su tribu, que descubrí provocando
su perplejidad. Fue reemplazado por otro, al que inmediatamente interrogué. De
dónde eres. Boliviano. Por ahí te sitúo, pero de dónde exactly. De Santa Cruz
de la Sierra. No fastidies, te voy a presentar un amigo que estuvo allí cometiendo toda suerte de desmanes sexuales y de drogas, con cargo a la FAO, algo
inexplicable. Ahora, por los payasos municipales del Carnaval, he de pasar de largo.
He
descubierto un lugar por el museo científico donde vive mi hermano, para
aparcar. Vi a un eslavo de guardacoches y le pregunté en alemán de donde era,
polaco, y sabía alemán. Conocía al padre y al hijo, con pinta de no hacer ascos
tampoco al alcoholismo. El hijo polaco está enrrollado con una colombiana que
tiene un hijo abogado, o será un narco, en
Colombia. Debe ser el típico embarazo de adolescencia. Pero estos también han
desparecido, al parecer el hijo polaco y la colombiana han ido al sur donde
dijeron tienen trabajo. Quien les ha reemplazado, un local, duda que sea cierto.
Como departo con él, me cuenta que se gastaban todo el dinero en alcohol. A él
que es mero sustituto le pedían algún euro para proveerse de una botella de
vodka. Una vez apostaron, como si él
también fuera polaco, que quien tumbaba al otro succionando vozka, y me dice que
le ganó. No me lo creo, los locales podríais ganar a cafés leche con leche pero
no a alcohol. Me asegura que lo tumbó. Pues cual fue la fórmula, le pregunto,
que lo bebía traguito a traguito, contesta. O sea que hiciste trampa. No. Él bebía tragos
largos. Y dónde se ha metido el padre polaco. No sé.
Lo he
pensado, mi sociabilidad se expande, incluso toma única iniciativa con los
camareros. Me llama la atención, nunca ha sido tan intensa ni focalizada como
en los últimos años. No hago nada por conocer o hablar con alguien –la verdad
es que he optado por el proceso inverso, con mucha justicia- salvo con los
camareros, que actúo como si fueran tías buenas siendo joven. Las camareras de Los Reunidos, por cierto son muy admirables, modeladas y simpáticas.
Y suman otro gran atractivo, máximo, ser extranjeras. Pero es
que con los tíos es igual y no me puedo contener. El encargado es muy leído y
termina periodismo, de por sí cosas valiosas, pero que crece exponencialmente
al ser limeño.
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