Hoy he tenido una alegría matinal que ha encadenado otras.
Carlos me ha mandado toda la Gaceta de Arte por correo electrónico. He leído a
mi autor (en términos solo de aproximación y curiosidad) y efectivamente no me ha decepcionado, antes
al contrario, su estatura intelectual es mayor a la imaginada. Viene muy bien
en una época que se me antojaban predominantes las tallas (en otros campos)
excesivamente cortas. Es la primera vez que tengo conciencia de archivero. Tener
toda la Gaceta de Arte, que supongo que estará al alcance de quien quiera, para
mí es como tener un tesoro. Le he contestado: loado seas.
Ayer hablé con el Niño, mi prologuista del último del
Sáhara, que ya ha visto el libro moverse y que escribirá sobre él. Ha sido una
conversa bastante larga interrumpida por una llamada al fijo de mi hermano.
Ahora resulta que me apetece mucho hablar del Sáhara. Sería fantástico que
vinieran adversos, como el que me alude en el gran libro coral y académico. En
Las Palmas jugaré en casa, en la Económica de aquí, no sé. Si va
gente.
El Niño me pregunta por lo que hago ahora, le explico, doy
detalles y se ríe. Me debe considerar incorregible.
Fer cuando vuelva de la nieve y mi hermano expedicionaremos
a Las Palmas, tal vez el próximo viernes donde tan bien lo pasamos. A mi
hermano le encanta el planning. Me da que tendré que ir a la Universidad de Las
Palmas, allí radican unos documentos fundamentales para mi nuevo trabajo.
Mañana bajaré caminando a la biblioteca de La Granja a
seguir buscando libros, los llevaré apuntados, y tengo que revisar todos sus
libros canarios, menos aquello que entendemos por novelería. Al mediodía le
he citado a mi hermano para tomarnos esbirras en la proximidad.
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