miércoles, diciembre 21, 2016

Una semana igual de intensa que satisfactoria.







De mi entrevista en el Búho, de la que sacaron algunas cosas que dije, salieron en twitter. Las minorías selectas o críticas tienen para mí muchísimo mayor peso que las mayorías de opiniones compactas –como he descubierto ahora que las llamaba Freud-. Por tanto estar en un programa nacional de análisis político de tanto relieve y participación de catedráticos y especies similares, es muy gratificante. Tenía cosas que decir. Resulta todo muy curioso: mi libro del Sáhara  ya ha salido de imprenta, me escribe la editorial, pero a la vez el de Las ruinas del sindicalismo sigue vivo. La presentación en la Real Sociedad Económica ha pasado de 200 entradas, lo que es una barbaridad. Hemos hecho en casa  obras y reposiciones con tres operarios, uno fanatizado por la cerveza. Los libros de jurisprudencia, los códigos y libros del ramo han desparecido,  no están, ya no existen, quedan en una pequeña estantería a la entrada unos pocos porque los lomos de los tomos tienen empaque, ornamentan. El   antiguo despacho se une a la gran biblioteca, y un cuerpo entero de la transmutada en acogida lo lleva el Sáhara, otro Canarias y otro libros desarraigados sin familia ni hogar. Los expedientes, no imaginé cómo pude llevar tantos, se han hecho trizas. Muy lamentablemente no se puede borrar de golpe todo vestigio, pero sí quitarlo de la vista o casi. He bajado las escalinatas, cubierto por una túnica blanca, del Ganges o el Jordán y pretendo salir completamente purificado. En un mundo inclemente y yermo donde viví, fui capaz de lograr la selección de los elementos de redención (algunos amigos, proyectos e iniciativas culturales) y como colofón: la crítica racional absolutamente novedosa, penetrante, sustancial (que le vamos hacer) que he realizado del mundo en el que permanecí tantos años. Ayer mi columna de El Día se titulaba Reforma laboral y pensamiento, y evidentemente  no se habla del contenido de la misma. Para eso hay gente muy preparada en el obrerismo: tanto en los sindicalistas como entre sus intelectuales orgánicos laboralistas. Un grupo de estos (no insensibles a verse en prensa), canarios, como cuento en mi libro, en el 2012 con la reforma laboral del ominoso “¡Rajoy!” de presidente -pasaron por alto la de noviembre anterior de ZP-,   decían  con su nivel, experiencia, conocimientos y capacidad intelectual que lo mejor era mejor que lo peor, y dejaron una ristra de ajos   con sus nombres para el devenir. ¡Cuánto me enriquecieron!
Pero como también he dicho, tengo el 13 de enero una comida con mis amigos.  
Como han quedado cosas en el tintero, mañana proseguiré ameno.         

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