jueves, diciembre 08, 2016

El aparatoso accidente doméstico

Casi  terminada, acopio de Las Arenas 
Tal vez lleve 50 horas  haciendo delgadas tiras verticales de expedientes. La protección de datos. Son papeles, algunos recuerdos difusos, lo negativo pesa más que lo positivo. Es un mundo de prevalencia negativa, diversos los motivos, yo ahora  me ocupo de   seccionar papeles  finamente.  Desinterés total, alegría íntima, goodbye Lenin, pero la ley es la ley, aunque a la protección de datos hay que verla como  un chistecillo absurdo en  un mundo que  se afana en ir  en dirección contraria gracias a Instagram, Facebook, google+, twitter y tantas ventanas  y puertas abiertas al mundo. El estado protege mientras la ciudadanía se expone. Yo soy partidario de la exposición total. Es la muestra más rotunda de indiferencia ante el prójimo, que al menos lo capta. El ciudadano actual, abstemio de religiones e ideologías, se siente solo e intrascendente,  apenas hay vida social,  y quiere dar testimonio de sí, de  su  día a día y alegrías, de lo que hace; ser y tener importancia para los demás.  Los legisladores y jueces necesitan  inventarse derechos y gestionarlos  ¿a qué no  se atreven a poner la protección de datos  en instagram  o Facebook?
No pensaba que había llevado tantos casos particulares. Ni uno solo te hace sonreír. Hace unos pocos años descubrí que la vida no vale, no  es tal,  sin adversidad, incomodidad, tropiezos,  frustración ya que eso es  precisamente  lo que la dignifica, o te dignifica. Como dicen ahora los políticos: la pone en  valor.  Lo que te hace haber sido sujeto de vida real, común, mortal,  continente de sangre, sudor y  lágrimas sin melodramas, pero  sí  simbólicamente. Es todo lo que tengo que agradecer al mundo  del derecho y la justicia. Siempre me sentí  convidado (en  lo  mejor)  o intruso  (en lo peor). A otros igual debo más.
Como esperamos a varios invitados para fiestas, estamos de arreglos y gentes operativas. Yo durante más de tres horas hago añicos  -con toda su carga metafórica-  a historias y personajes que se cruzaron en mi vida. Había superado la tercera hora, ni descanso ni levanto la vista: solo  manejo las manos, con fuerza, determinación, destreza, maquinalmente, cuando he oído un golpe y voces.  XY  se había lanzado  de lo alto  de una  escalera  -tentaba mucho a  la suerte con acrobacias impropias de la edad y otros condicionantes-  tratando  de amputar una rama.  Menos  mal que entre los operarios había entendidos, sangraba  de  la cabeza, cuando  iba ir a urgencias,  me dijeron  que no era preciso, pero que no se durmiera,  como era al mediodía  e XY  yacía en  el suelo entre  toallas y hielos, nos    hemos puesto a tomar cervezas. XY incluso ha abandonado su postración literal,  se ha levantado sola, con sangre aún  en las manos, se ha sentado y ha pedido una cerveza para sí. Éramos 6 y 5 ya íbamos por la segunda o  tercera.


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