Comenzó la semana bien con el elogio de Manolo Vidal a mi
último libro del Sáhara y el correo de una periodista muy conocida
para intervenir en la gran tribuna radiofónica, que es una emisora con el mejor programa
de temas tratados en profundidad.
Me iban a entrevistar esta tarde y esta mañana me han
comunicado que si no me importaba
el jueves. Ha sido gracias a mi hijo
-les habló de mi (favorablemente)- que lo escucha por internet desde Washington, ahora los domingos, y tuitea con esa periodista.
Mi entrevista será
sobre el declive de los
sindicatos en España y Europa y también
sobre mi libro Las ruinas del sindicalismo. Cuando estaba volcado en el nuevo parto del
Sáhara, y el aval
de Manolo era importante, aparece todavía respirando mi anterior libro
sobre sindicalismo, en el lugar, tribuna, más apetecible del país. El programa corre a cargo de dos grandes
periodistas (e intelectuales, basta leerles) provenientes de
la izquierda, que se deben turnar
en las preguntas. Pensando en esos dos
periodistas, (ella es de políticas
y él
economista, no sé si sociólogos
también), dado el nivel que tienen, empecé ayer por la mañana a escribir unas notas –la
entrevista quedará en internet
para los restos junto al elenco de
invitados de lujo- y volver a mirar el
libro. Van muchos catedráticos
(intelectuales muy conocidos algunos) y otros
sabios (el Niño estuvo, cómo no).
He empezado a escribir esas notas y he descubierto más desarrollos
del libro (que jamás haré) desde
el punto de vista de la simbolización y el imaginario. Aunque no sirva, o quizá un poco sí –porque sí erosiono:
escribo y también actúo y revuelvo-
tengo la más absoluta certeza que no ha
habido en este país una reflexión
crítica tan honda, novedosa, rica, rupturista epistemológicamente y radical
sobre el sindicalismo y el laboralismo,
como la
hecha por mí. Lo que pasa es que entre ese mundo y yo no nos separa solo
un idioma sino el alfabeto, o más: la distancia que hay entre los pictogramas anteriores a la
escritura cuneiforme y el creole. En el conjunto del obrerismo (laboralistas y
sindicalistas) no tuve ni oí una sola conversación
de mínimo fuste, ni vi pasar o hablar de
un libro en décadas. Todo giraba en torno
a un maniqueísmo vergonzoso, de sobrentendidos de gente cursi o plana y algún
afectado sobrado de cosmos en su miniatura esencial, con un huevo en la nariz y
la cara blanca si no recuerdo mal, que era mi amigo Virgil.
La entrevista de
media hora será emitida el domingo por la tarde y se oye en internet,
hasta en Washington. Ya informaré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario