Tal vez tenía que haber escrito un diario sobre la
humillación y el castigo continuado que dos veces por semana me inflige mi empresa, desde hace bastante más de un año. Al no pasarme nada de trabajo, me limito a
estar, antes con la compañía de algún amigo a última hora, ahora solo. Mi
situación es de presente no existente. No hay relaciones de ningún tipo, salvo
2 elementos del escalón más bajo. Presumo de haberme movido por muchos ambientes, pero nunca he conocido a gente que se diera tantísima importancia, basta fijarse
en el convenio colectivo que se celebraron, un tanto estilo imperio. El núcleo de
directores necesita imbuirse de mucho estatus, lo típico: los méritos no les
acompañan demasiado. Ni han pasado por
Havard, ni les han fichado de otras
empresas. Y tampoco han sido obreros No sé si nos hacemos el cuadro.
Esta semana santa dos amigos por su lado, me dijeron que
cómo puedo aguantar. Ni él ni ella son gente floja. No me resulta muy difícil,
también tomo algún relajante que no afecta a mi vida normal. Solo tengo una cualidad y es que en las
guerras de resistencia soy muy perseverante e implacable. Se lo demostré por
primera vez a mi padre –nunca hablé de nada personal- y nos llevamos en adolescencia
y juventud a matar. Era capaz de autoinmolarme por fastidiarle. Acabé muy bien
con él, y con todo heredé una parte muy valiosa, todo lo concerniente a la
belleza, el arte, la cultura, el amor al país. Con todo, hubo padre. No creo
nada en las conversaciones padre-hijo, afortunadamente no tuve ninguna –igual
de eso viene esa permanente desorientación en la vida que tanto al final me ha
beneficiado, siempre he estado en la “novedad”- , pero sí creo en la
transmisión de valores, referencias, deseos, ideales. El respeto, la devoción,
el amor por cosas, la conducta esencial no se enseña sino que es apelada
veladamente, inducida con delicadeza, como valores en sí, que no pueden
dictarse o explicitarse, porque están ahí (y se devaluarían) para ser descubiertos
y asumidos.
Supongo que gracias a aquel largo y encarnizado combate
contra mi padre, soy muy duro de roer. No lo había relacionado hasta ahora, ni en otras contiendas. Algo que
agradecerle también a él, que me lo puso fácil. Gracias Aita. Aunque no es todo
cultural o familiar, uno desde el punto
de vista de las pulsiones no es nada morigerado. Lo que viene muy bien. Por eso
se dan las actuaciones.
Ahora he descubierto el sufrimiento casi como un don de la
vida, que la enaltece y la completa, que le da dimensión, relieve, consistencia
y plenitud. No puede haber gozo sin contrapartida. Pero no pienso en Dios. En
la adversidad estamos con nosotros mismos de una manera comprometida e íntima,
en el placer nos salimos, que está muy bien también.
XY me reprocha que no se perdonar, no estoy hablando de mi
situación, que soy combatiente de verdad y lo saben, sino en general. Pero es mucho
decir.
Cristo dijo en la cruz: Perdónales Señor que no saben lo que
hacen. El cristianismo es perdón y absolución. Obra de Dios y sus vicarios. En
el judaísmo el perdón es absolutamente distinto, solo puede concederlo la
víctima, y como principio hay que odiar
el mal. Yo soy judío.
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