viernes, diciembre 26, 2014

En el transcurso navideño sin fotos


Pensaba devolver las felicitaciones a Granada, Las Palmas, Alemania (contesté la primera y no la segunda) y Motril y no lo hice. Lo más fácil y apetecible puede sucumbir a la dejadez más pura.
He recibido una preciosa felicitación de fiestas del Consulado de Marruecos en Canarias en español, árabe y francés. Sobre oficial. Estoy muy satisfecho de mis artículos sobre el Sáhara. Cuando se me propuso escribir semanalmente no sabía si podría hacerlo. 

Me esfuerzo por tener una idea personal de cualquier asunto, y que no haya sido muy tenida en cuenta por casi nadie y enfrentada a  los lugares comunes. Solo así puedo escribir. No tolero ser corifeo y normalmente me disgusta  la opinión común, amén de no interesarme nada. Por lo que poder ser parte de ella me aterra. Mucho mejor callar. No soporto la opinión por la opinión. La insistencia en matices repetidos, la creencia de que es propia cuando domina la calle. Aunque lo haya escrito muchas veces no me interesa  la opinión de la mayoría de la gente, por eso me gusta decir tonterías y romper conversaciones. Pero es que también ocurre  que no tengo opinión sobre  la mayoría de las cosas y dudo sobre las que pueda tener. Pienso que me faltan datos y que sería superficial. ¿El discurso del Rey de anteayer?  De entrada sería incapaz de analizarlo, porque qué podría decir yo de un mínimo  interés. Absolutamente nada.
Las opiniones por muy atronadoras que resulten son vulnerables. Tienen dos enemigos de peso: los hechos y los principios.

Los principios no son   los prejuicios. Los principios son individuales, íntimas referencias que marcan los ejes  de la dignidad. Los prejuicios son cláusulas generales, previas y abstractas, teñidas de verdad pretendidamente ética y canónica en las que se creen son subsumibles todos  los casos  particulares. Un prejuicioso nunca a se enfrenta a hechos y casos concretos nuevos, sino a supuestos ungidos de virtud o pecado, verdad o error. Las opiniones suelen estar empapadas de  prejuicios oportunistas, sobre las que la propaganda más estulta causará estragos.
Tenemos a nuestros hijos en casa.  A la bellísima y fascinante  americana, de acento neutro,  la disfrutamos ayer por La Laguna, recién llegada y luego en casa.

Nos habló del aspecto humano (relaciones interpersonales) de su trabajo y de la burocracia de Washington. Nada gratificante y muy bien explicado en un español cada vez mejor. Escuché de forma hipnótica todo lo que contó. Inteligencia, humor, encanto, personalidad,  experiencia personal, sentimientos, análisis… Era escucharla y mirarla con unción y arrobo.
Me trajo un  gran libro del pintor  Edward Hopper, encima.

Un fortísimo abrazo para Marta y familia con todo mi cariño.

 



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