Pensaba devolver las felicitaciones a Granada, Las Palmas,
Alemania (contesté la primera y no la segunda) y Motril y no lo hice. Lo más
fácil y apetecible puede sucumbir a la dejadez más pura.
He recibido una preciosa felicitación de fiestas del
Consulado de Marruecos en Canarias en español, árabe y francés. Sobre oficial.
Estoy muy satisfecho de mis artículos sobre el Sáhara. Cuando se me propuso
escribir semanalmente no sabía si podría hacerlo.
Me esfuerzo por tener una idea personal de cualquier asunto,
y que no haya sido muy tenida en cuenta por casi nadie y enfrentada a los lugares comunes. Solo así puedo escribir.
No tolero ser corifeo y normalmente me disgusta
la opinión común, amén de no interesarme nada. Por lo que poder ser
parte de ella me aterra. Mucho mejor callar. No soporto la opinión por la
opinión. La insistencia en matices repetidos, la creencia de que es propia
cuando domina la calle. Aunque lo haya escrito muchas veces no me interesa la opinión de la mayoría de la gente, por eso
me gusta decir tonterías y romper conversaciones. Pero es que también ocurre que no tengo opinión sobre la mayoría de las
cosas y dudo sobre las que pueda tener. Pienso que me faltan datos y que sería
superficial. ¿El discurso del Rey de anteayer?
De entrada sería incapaz de analizarlo, porque qué podría decir yo de un
mínimo interés. Absolutamente nada.
Las opiniones por muy atronadoras que resulten son
vulnerables. Tienen dos enemigos de peso: los hechos y los principios.
Los principios no son
los prejuicios. Los principios son individuales, íntimas referencias que marcan los ejes
de la dignidad. Los prejuicios son cláusulas generales, previas y
abstractas, teñidas de verdad pretendidamente ética y canónica en las que se
creen son subsumibles todos los
casos particulares. Un prejuicioso nunca
a se enfrenta a hechos y casos concretos nuevos, sino a supuestos ungidos de
virtud o pecado, verdad o error. Las opiniones suelen estar empapadas de prejuicios oportunistas, sobre las que la
propaganda más estulta causará estragos.
Tenemos a nuestros hijos en casa. A la bellísima y fascinante americana, de acento neutro, la disfrutamos ayer por La Laguna, recién
llegada y luego en casa.
Nos habló del aspecto humano (relaciones interpersonales) de
su trabajo y de la burocracia de Washington. Nada gratificante y muy bien
explicado en un español cada vez mejor. Escuché de forma hipnótica todo lo que
contó. Inteligencia, humor, encanto, personalidad, experiencia personal, sentimientos, análisis…
Era escucharla y mirarla con unción y arrobo.
Me trajo un gran libro
del pintor Edward Hopper, encima.
Un fortísimo abrazo para Marta y familia con todo mi cariño.
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