Ves las fotos de la ficha policial de Troitiño o de Aginalde de antes de ingresar en prisión y se constata que
han cumplido años en la cárcel, el primero está irreconocible, lo que está muy
bien. Troitiño no es el único etarra de procedencia foránea (gallega), el mítico Txiki fusilado en 1975 lo
era de Extremadura. Uno que conocí
bastante que también era como Txiki hijo de Guardia Civil pero gallego, murió en el asalto (no con pistolitas sino con
fusiles ad hoc) a la central nuclear de Lemoniz. Lo liquidó su propio Cuerpo (paterno).
A día de hoy no cuela nada la épica de la lucha de liberación con revoluciones
socialistas anejas, y podemos detenernos
como si fuéramos buenos biógrafos
de ellos, en las motivaciones personales para acometer actos tan extremos como paradójicos, que han
de ser distintas de las de los provistos de muchos apellidos vascos. Mayoría
absoluta al comienzo.Los emigrantes, y yo lo vengo a ser, propenden a ser unos vendidos y hacerse perdonar, ya que contaminan la pureza de la región de acogida y “desnacionalizan” , individuos a los que yo suelo detestar muchísimo, aunque en mi juventud los admiraba.
Ignoro lo que pasa en Irlanda, único parangón del terrorismo vasco, pero en el País Vasco la integración social es enorme. Integración social y comunitarismo, y máximo aprecio de lo colectivo. Que puede estar muy bien para algunas cosas y ser odioso para otras.
Aunque siempre se cita de pasada, no es entendible el terrorismo sin la vigencia y función social de las cuadrillas vascas. Sin ese universo masculino que hace acopio intenso de todos sus valores y símbolos: valentía , entrega, coraje, camaradería, solidaridad, afán de reconocimiento, sacrificio, heroísmo… Una adolescencia abierta a ser ejercida en plenitud. Bueno, quizá incluya sin querer a los psicópatas y psicóticos, tan numerosos.
El terrorismo vasco ha sido fundamentalmente deseo de reconocimiento, pero no de una identidad colectiva flotante y fumarola, sino de la identidad radicalmente personal entre tus amigos, cuadrilla, pueblo, barrio, txoko o gradas de San Mamés. Un altar de héroes para una vida privada pública.
Tengo libros sobre la liturgia funeraria y sacrificial en el País Vasco, que relacionan antropológicamente tanto la antigua como la etarra. Asistí a recibimientos de presos y exiliados y al menos al rito funerario de un etarra muerto en combate. Con el rito funerario la emoción que te embarga es la que, curiosamente en la ahora plena comunión con/en el Pueblo al abolirse todos los límites, anula la muerte. El gudari es el único muerto, los demás viviendo y sintiendo la erradicación total de la propia muerte. Una conjura de inmortalidad. Irrintzis, txalapartas, puños en alto, cancionero etarra, el himno del soldado vasco, conjuras, mártires ejemplo a seguir... prácticamente ¡Gaza!
También observo por cómo salen los etarras de la cárcel, apagados, solos y esquinados que la lucha de liberación y por el socialismo se ha precipitado en el abismo de lo profano. Sin ritos, liturgias, simbologías, sin la sangre sacrificial queda completamente desacralizado todo un universo y una cosmovisión. Ahora es lícito todo: abjuración, desentendimiento, huida, mofa…
Se nota, y es momento de empezar a escribir la historia y no parece que vayan a ser ellos quienes lo hagan.
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