Recibo un correo de un familiar muy próximo en el que me
dice que tenemos unas mínimas acciones del periódico nacionalista Deia, y que
tengo la mitad de las exiguas y testimoniales participaciones.
Ahora resulta que tras tanta vicisitud preposicional de ante,
por, con, para, trans, contra…. el nacionalismo, soy un minimalista accionista
de su prensa de partido. ¡Las vueltas que da la vida! Teniendo en cuenta la
evolución de mi padre, podían haber sido de Gara. Mi padre murió hace más
de 20 años y ahora cambian los títulos de las acciones y si no aceptas las
pierdes. O algo así. Nadie sabía nada de eso, ni había oído nada. Encima
me las van a mandar (daré una al nuevo converso de mi hermano, para que también
sea accionista de Deia, periódico que ahora lee).
Quitando los primeros números del nuevo periódico, nunca más se vio un Deia en casa, sino el eterno Correo, que desde que
tenía uso de razón llegaba todas las
mañanas a casa con la leche y el pan.
Me ha hecho hasta ilusión por sorprendente y paradójico. Deia se fundó en la Transición,
me imagino a la comunidad nacionalista buscando dinero para financiarlo y hacer país. Me alegro de que mi padre también
contribuyese a ello. Tenían una idea “de país” muy positiva y admiraban al primer
lehendakari Agirre, al que siempre se le representó cargado de moral y
honestidad.
A cuenta de esta noticia sorprendente “en lo que me toca”,
uno ha tenido variados campos de interés
y conocimiento y solo uno de ellos ha
sido el nacionalista/abertzale. Mejor
haberlo tenido que no tener nada, como recuerdo bien pasaba a la mayoría conformista del país franquista.
Al parecer el nexo familiar con la política (yo bastante
más) se produjo en los momentos
fundacionales o inaugurales. Recuerdo
ahora como algún progre desvaído,
estético, sin ningún pasado, de vez en
cuando me espetaba en un tono muy de izquierda light insufrible,
que yo era del partido de Rosa, como si eso me pudiera definir y como si ellos
tuvieran pedigrí, algún mérito, pasado,
conocimiento o acabaran de bajar de Sierra Maestra. Fui promotor y último
candidato, me pagué un par de viajes, que es
lo que debe hacerse y me aparté por completo y para siempre tras las primeras elecciones.
Por lo que hoy se puede ver, parece que fuimos muy útiles, y que muy pocos logramos hacer mucho, según resulta de
TV, Parlamento, encuestas… Algunos debates y corrientes de opinión contribuimos a abrir en
España, que es lo que yo pretendía. Lucha ideológica. Es lo que hay que hacer,
estar cuando no hay nadie y se es necesario, y cuando aparece generalmente lo
peor desaparecer. Lo he hecho más veces.
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