Gracias al regreso de Jesús, que pronuncio Yisas, ayer en los lunes de Los Reunidos rememoramos
nuestras cuchipandas de hace 20 años,
cuando éramos radicalmente jóvenes ¡qué cosas recordamos, qué afán por divertirse! Concluía yo la etapa del Círculo de BBAA y abría una época muchísimo mejor. Aunque ayer no volvíamos a estar completos, sino una fracción. Salió a
relucir la Guía oficial de las playas de España. Escribí todos los textos (7 ó
8 tomos) y Jesús hizo el trabajo de campo de Galicia –unas 300 playas- , lento
pero minucioso. Antes, durante y después recalaba por Tenerife con más amigos. Y se
reanudaban las grandes fiestas y salidas.
Al, que acababa de terminar de dar la vuelta al mundo, con Serena,
en un velero tras 8 años de circunnavegación, era el responsable del proyecto
de la guía de playas que había ganado la
empresa de su primo, para el que trabajaba desde Canarias, y me preguntó
si quería hacerla, le dije que sí, y comenzó un trabajo contra reloj. Me mandaron
a Madrid para comprar los libros que quisiera de las costas de España. De
fotografías aéreas, caros, que compré sobre todo.
Fui muy divertido hacer la Guía, mi record estuvo en Murcia,
una tarde escribí creo que 30 pies de foto, tenía que escribir también el recorrido de cada provincia. Era muy excitante cuando cogías carrerilla y
te salían bien. Las de Murcia, desde el aire eran todas muy parecidas.
Evidentemente el 99%
de las playas no las conocía y a veces no llegaban las fotos aéreas y tenías
que inventar, a partir de entorno, historia y cosas así. Para Galicia, que era
inacabable, escribía textos genéricos para cuando me atascase, que ocurría. Compré dos guías provinciales de playas, creo que de Cantabria
y Pontevedra, ambas de personal de geografía/historia de universidad: rocas calizas, suelos
arcillosos y otras piedras con apellido.
No sabía nada de eso, pero sí que yo no estaba de más en la Guía.
El otro extremo era el
tono periodístico-lírico ultra cursi, empalagoso y tontorrón. Me tenía que
mover entre ambos. Se necesitaba mucha imaginación
para más de 1.500 playas sino más, había que ir a por la mejor imagen
descriptiva, pero sobre todo sugeridora, eran necesarias metáforas para no
repetirse, y hacerlo atrayente, incluso alguna broma.
Fue un reto
literario. Me pagaron muy bien y un poeta madrileño me comentó que se había
reído leyéndola. Lo que a mí no me suele importar en absoluto oír. No he sabido
hasta ahora que tenía obra poética, quizá dé, si la hojeo con detenimiento,
para un cuadernito para los amigos en una celebración, sobre Poesía-litoral, como la fabada.
Les dejo con una parte cogida al vuelo de mi obra poética
La playa de arena gruesa es acotada por un muro de
acantilado bajo, muy carcomido por la erosión. Sobre el mismo un perfecto
murete blanco mantiene a raya a palmerales, otros árboles y chalés.
La playa penetra hacía el interior prolongándose en dunas.
Las construcciones costeras salen a interceptar su avance.
Lo que puede perfectamente evocar a dos pinzas de bogavante,
encierra a esta cala de extraordinaria belleza.
Como todas las de este tramo de litoral, La Mareta está
vigilada por un monte solitario y arrogante: Montaña Roja. Esta es de Canarias tomo VII
Las aguas de la ría que bañan esta playa se mecen en su
orilla sometidas a cansinos vaivenes. Lejos de las rompientes de espuma.
Por una costa jaspeada por las tierras de cultivo, se repiten calas y playas .
Una densa arboleda dibuja sobre los escarpes el contorno de
esta playa. Unas líneas rocosas, semisepultadas en la arena,
sugieren parcelar su ocupación.
Un caserío y viviendas individuales han elegido para su ubicación las alturas, como si ante esta mar indómita fuera
aconsejable el recelo y la precaución
La entrada se localiza por una erguida y solitaria roca, recubierta por la suficiente tierra
para enraizar de forma sorprendente, al más solitario de los eucaliptos. Frente a esta playa abundan las mejilloneras.
Hacia el sur, la fachada costera se escarpa, para proteger
al campo de la furia del mar, sirviéndole de insuperable parapeto. En el fondo
de los acantilados yace la playa de Campelo.
Esta cala es un reducto de sencillez y pureza natural. Sin embargo,
algún celo higienista y proclive a la universalización de equipamientos, ha
erigido en su centro geométrico una estupenda ducha de dos chorros.
No sería exageración sostener que Valencia posee una sola playa:
la de su litoral. Sin embargo, los espacios veraniegos, aun seguidos, tienen
nombre, y lo mismo las playas.
La cadena montañosa que hace de petril frente al mar, conforma en una ensenada esta
playa, en cuyo extremo avanza un imperfecto tómbolo que es la Isla del Fraile.
Está situada al sur, aunque mire al norte. Más abajo se
ensancha la isla, se encrespa y gana altura.
Las urbanizaciones se
espacian y camuflan en el bosque
restringiendo su impacto ambiental. Pueden verse amenos focos blancos
entre el verde dominante.