Hay unos que han realizado un trabajo mensurable, cierto y otros que se han aprovechado de él por todo el morro. Nos hallamos ante los feraces valles del parasitarismo (lo que les induce a la imprudencia de hablar demasiado en lugar de permanecer silentes y discretos). Una verdadera lacra, un ejército depredador blandiendo siempre el cazo y la cuchara. Son los jeta, los caradura, los acostumbrados a la teta de la administración pública que además hace de mercado para actividades casi ficticias, a resultados prácticamente inexistentes, a oficios simulados hasta la irrisión, a que no sean necesarias cuentas, balances, estudios, nada, solo el juego, al pequeño negocio de supervivencia del minorista funcionarial, al cobro como en el campo y en estos años de fiestas por vid plantada y no preocuparse de más, que el contribuyente subvenciona los ejercicios. ¡Hay quien ve en esto industria de mucho riesgo y mérito! Resulta increíble, me faltan las palabras, ¡qué nivelazo! Y el gran simulacro: de súbito las fantasías de muchos tienen apariencia, una fachada de cartón piedra exultante de colorines eléctricos. Todos triunfan y se ufanan sobre apenas nada o humo haciendo batir las puertas del salón del desierto decorado. Legión de audaces entrañables sin edad.
El Deudor hace llegar a los hermanos abogados de aquel relato anterior que aquí se publicó, que le dejaron plantado, ¡pobre! y ya le van a responder. No toleran el parasitarismo (aunque la audacia tiene su gracia) elevado a chanza, ni a los deudores. El deudor, el jeta se hace pasar por acreedor. Se me acaba de olvidar de que mundo estaba hablando, no debe ser muy enjundioso ni interesante.
Tampoco recuerdo si se avisó, aunque creo que sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario