domingo, septiembre 15, 2013

Ricardo Piglia frente a la literatura hot dog


Cuando se avanza en la novela sobreviene  lo que puede ser un crimen, ya que no hay pistas claras para aventurar tal hipótesis. Cierto que es  asunto que no dejará de rondar.
Ricardo Piglia es sin duda uno de los grandes escritores en español (es argentino) e imparte clases en la Universidad de Princeton.
Siempre he considerado que el misterio, un crimen, la intriga… pueden mantener a una novela  completamente al margen del inmutable corsé de la novela de género: esos formularios artesanales de una escolástica simple, muy elemental y nunca exigente con casilleros para  novela negra, policíaca, histórica, ciencia ficción, corazón… que yo siempre he sorteado.
Cuando uno regresa  a Ricardo Piglia constata el abismo. Al otro lado de la garganta- océano están los hot-dog (de género)  de la literatura si ésta gastronomía fuere. Los géneros hot dog son muy agradecidos; se puede hablar de ellos con idénticos esfuerzos a  con los que han sido cocinados, y con tres teclas mal tocadas se ha dicho todo.

Pero volvamos a la novela. La sospechosa muerte afecta al protagonista que pretende desentrañar el suceso que lejos de dirigirle por rutas habituales de la literatura hot dog  de descartes, coartadas, pistas falsas, oh-la-las y demás zarandajas, lo que hace es abrir universos sociológicos y culturales en su hondo sentido. Espíritu y conciencia epocal, experiencia pura y forma de sentir y pensar contemporáneas, conceptos por los demás indiscernibles para quienes se esfuerzan en planos y medidas con las que embridar ocurrencias a base de  kétchup y mostaza.
Roland Barthes que estudió hace muchos años las novelas de Ian Fleming y películas de James Bond, demostró que siempre se repetía una misma estructura de acción y narración, desgajando sus partes: ocurre esto, esto y esto, y así en todas las entregas indefectiblemente. Posteriormente hará lo mismo con las prácticas del marqués de Sade, y las comunitarias derivadas tanto de San Ignacio de Loyola como  Fourier. De similar estructura semiológica.
Lo que cabría aplicar al resto de subgéneros: oeste, novela rosa… el eslabón débil de la familia ya  finiquitado, que también poseía un lector compulsivo de entretenimiento nomás (un público propio que vive el entretenimiento/aburrimiento abanicándose). Por eso resulta siempre tan simple hablar de las pautadas, conforme a modelo, escrituras  de género. Con o sin cebolla: That´s all, darling.  La novela de Piglia y  la literatura moderna –que no se halla en terreno sustraído por completo a la historia (que no es la noticia de prensa, evidentemente) a modo de esquema o percha flotante-, lo primero que hace es situar la ficción en las peripecias humanas de nuestra época y cultura. Por tanto en una psicología y referentes existenciales –no en la morfología del tipo vacuo y funcional- y en  una determinada cultura que ha transformado familia, costumbres, lucha por la vida, entornos afectivos y ha sumado indeterminaciones vitales. Pero a la vez ha ensanchado el campo cultural, donde ya es difícil poder distinguir entre disciplinas (y géneros), ya que se entrecruzan para mayor enriquecimiento intelectual, que es lo que también hace Piglia con suma maestría.
De la gran literatura lo que llama la atención es su evolución, no en relación al XIX sino a los retos narrativos a que  obliga la dinámica de la sociedad, los vertiginosos cambios culturales sucedidos. Hay Literatura nueva porque hay sensibilidad nueva, nuevas inquietudes, nuevos prismas, superfluos para la literatura hot dog. Sólo por esto sigue siendo la literatura interesante y tan valiosa como siempre.
Piglia tiene un observatorio privilegiado, uno de los focos culturalmente más  potentes del mundo: la universidad americana, en la que curiosamente se reflexiona y sistematiza todos los grandes fenómenos culturales, pensamiento incluido, a través de los estudios con aquel nombre, la crítica literaria, las nuevas literaturas étnicas (Junot Díaz por ejemplo), gays, afroamericanas, feministas… es decir sobre  todo lo determinante  en el análisis y crítica de la sociedad moderna. A lo que añade su experiencia vital de argentino de una edad que le permitió conocer los capítulos más oscuros de la historia de su país. Como hombre culto e intelectual -¡qué reflexiones entreveran la novela!- conoce a la perfección la historia reciente de EE.UU, lo que se cocinaba (que no eran solo hot dogs) en Berkeley, la psicodelia, al contracultura, los Blackpanther, la guerra de Vietnam… igual que  conoce la sociología americana y las mutaciones en el pensamiento y creencias   en el mundo actual. La reflexión central es sobre la violencia, como intelectual que es  este inmenso escritor, nos recuerda  casi todos los terrorismos que en la historia han sido, inventándose  supongo uno nuevo: el terrorismo ecologista. Al revés de los que ocurre con  los procedimientos escolásticos de los géneros, que se caracterizan por, presididos por el tiempo, tratar de atravesar la pista americana correspondiente a la mayor brevedad y de la manera más limpia y funcional; en la gran literatura y en la gran novela el protagonista es el espacio. La narración se va abriendo a espacios yuxtapuestos y vecinos que va integrando, autogenerando discursos centrífugos,  multiplicando puntos de vista, acariciando siempre lo imprevisto y raro, cruzando perspectivas…

Sobre la Literatura que no se escribe en Canarias: Una omisión cierta y ponderable
Si algún día se organizara una charla sobre la literatura que no se escribe en Canarias, me gustaría intervenir. Dudo de que exista hoy por hoy  tema de mayor hondura. Y tan urgente…

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