De repente, el jueves, la ría de la costa vasca estaba en la Américas, muchos trasplantados. En las terrazas, en lugar de vinos se pedían botellas. Había cambiado el mar.En la Caleta de Adeje en un momento dado acuso a alguien de comunista, con desdén, es decir como significante de fosilizado, totalitario, antiliberal, anti demócrata, -en este país todavía hay paisanos que aún no saben que se puede luchar contra el fascismo para instaurar un totalitarismo incluso mayor: comunistas, talibanes, Jomeini en Irán, etc., etc.-, o como trasnochados, creyentes monistas, en posesión de un verdad religiosa de fines últimos.
La respuesta: “¿comunista?”, como “qué pasa con los comunistas”.
- Absolutamente nada que sea muy diferente –respondo- de fascistas, islamistas, o desde de un plano filosófico, de mormones, baptistas del sur… de ese jaez,tan susceptible de mucho mayor encomio.
Se lo aclaraba a las voces plurales –en realidad es una sola
voz, un coro burgués que sigue el pensamiento de Herri Batasuna y PNV y al que se sumó el PSOE, el hegemónico, como lo han hecho toda su vida-, liberales, tolerantes, no excluyentes, incólumes al tiro
en la nuca, sensibles a la limpieza étnica, a la persecución y eliminación
política. Era esa voz vasca que petrifica por su insensibilidad y estupidez. A
pesar de que a la persona le tengas aprecio,
la voz coral la suplanta, es la cuota prevista
de aquella tribu de iguales y
uniformes encallecida en la indignidad política y cívica colectiva.
Como siempre ante estas situaciones, aunque tarde, voces muy relevantes de reconocida talla moral ya han empezado ha dejar escrita la historia
reciente del País vasco (la que quedará), como la de los alemanes en su día. Ellos, supervivientes
de todos los acomodos, harán que no va
con ellos.
Vuelvo a lo que me ocupa. Empiezo a citar barrios de Bilbao y pueblos vascongados,
el vademécum de nazis, de nacionalistas
étnicos al más puro estilo de sociedades desmoronadas civil, política, ética y
moralmente, de sumisos que callaban y miraban a otro lado, de equidistantes de vida modosa que veían muertos, perseguidos y exiliados en Europa Occidental, y pisaban la sangre
impertérritos en sus ideas de que todas son buenas, que les dictaban sus amos de opinión amparados por el poder literal de la armas.
Pero yo les conozco, yo sé quienes son y quienes fueron. De jóvenes
jamás, ninguno de ellos sintió la más mínima repulsa (que se sepa, tal
vez era muy íntima) por el franquismo, si de ellos llega a depender todavía
habría franquismo, también miraban a otro lado entonces como hace unos pocos
años. Jamás sintieron sensibilidad
vasquista y menos apetencias liberadoras
o interés histórico, nada de nada, se
conformaban con los rugidos de San Mamés y el profesar bilbaínismo, una
distinción de elegancia y poder. Estaban en la ola de la comunión general con el entorno más inmediato,
siempre discretos sabiendo sintonizar con el ambiente.
Efectivamente en la URSS hubieran sido comunistas, pero en Alemania no hubieran sido nazis ni en Vascongadas de
ETA, sino entre los que los acatan y miran a otro lado. Ese gran colchón, sin
que aquellos no hubieran existido.
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