No era un ático de
arquitectos del Paseo de Gracia de Barcelona, pero este es el mejor ejemplo que puedo poner. Ocurrió el sábado en
una terraza del centro de la ciudad, que
permitía ver pasadas las 21 horas
a contraluz el último resplandor del ocaso, tras el circo de
montañas que medio rodea la ciudad por la zona terrestre. La cena estuvo en consonancia con la terraza y el
ático. Una terraza romana, lisboeta o de arquitectos de Barcelona.
Tres días antes mi
hermano, todavía en Gijón, me dice por teléfono “¿hay planning el sábado o
el domingo?”
-Nosotros sí, tú no.
- ¿Con quien?
- Con S. la amiga de
Rosa.
- ¿Y a mí no me ha invitado?
-Pues no.
- Me quedaré solo como un PERRRRRRO.
Al día siguiente un mensaje de S, que si quiero puede venir
mi hermano. Le llamo a Asturias, que
puedes venir, no ha sido gestión mía, sino de motu propio.
De entrada, en la mesa de revista de decoración, hay distintos quesos y jamón. Mi hermano procede como si fuera su casa.
Para disimular su voracidad de queso (un área gustativa especializada de su
paladar infantil) pasa la bandeja con movimientos circenses de prestidigitador. Éste en una vuelta la va hacer desaparecer, evalúo. Y comienza a inocularse
vino.
-
Sírvete cuando termines la copa, no es necesario
que mantengas el nivel alto en la copa, como una suerte de reserva por si sobrevienen
tiempos aciagos, porque en la botella hay más- le digo. Del salmón marinado y las huevas evidentemente
pasa, tras decir que el esperará a la carne que viene después. Me dice Rosita, “tú
hermano esta bebiendo mucho vino”.
-
En cuanto beba 60 centilitros parará, ya verás.
-
¿Es capaz de parar?, porque tú y yo somos
incapaces un vez lanzados.
-
En cuanto se beba los 60 cl. pedirá coca cola o
refrescos, tiene un paladar infantil, caprichoso como su proceder litúrgico.
Ocurre tal como ordena la liturgia
de todos los pequeños actos: ¿no tendrás una coca cola? Se toma tres unidades como
si tal cosa y se queda dormido.
-
¡IN-VI-TA-DO, no
te puedes dormir!- le despierto.
Lo atribuye a que llegó el día anterior
a las 3 de la madrugada al aeropuerto del sur, se imputa unas tres horas de
demora de más y consiguiente cansancio.
Yo amenazo durante toda la noche
con irme a casa a afeitarme la barba, ya que todos me encuentran más viejo, lo que hace
que mi coquetería se resienta.
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