El pintor Jesús ahora se desnuda de escritor, y hace trasparente el proceso de edición. Por fin se ha decidido a hacer recuento de su obra literaria y quehaceres anexos, incluso in-extenso. Sabemos algo más.
Según el Córvido (perteneciente en común a los cuervos, o naturaleza de ellos en cuanto especie) cuando estuvo en Vascongadas y La Palma le pasó que los cuervos se le acercaban como si fuera un personaje bíblico o un ermitaño del desierto de origen córvido, y le graznaban hasta que les ponía música griega que los hacía volar despavoridos.
El martes pasado el Córvido o Cuervo comentó en Atlantic City –en donde se produjo una presencia: de alguien con la que mantengo una relación preferentemente evasiva pero con algún brote in-tenso, y en tiempos, de cierta simpatía- que no escribía sobre mí. Es verdad, escribo contra otros, no contra mí, que debe ser el gran móvil en la escritura y en la ocupación del espacio público. El galanteo, pasteleo, chalaneo son los enemigos de cualquier expresión.
En el mismo lugar el pinturero Jesús, caído de algún estucado de bóveda, me apostrofó que yo rompía cristales sin parar.
El prosaísmo. Cuando terminemos de corregir el libro sobre el Sáhara que saldrá en la mejor colección sobre ese asunto -si el prologuista americano envía de una vez ya su trabajo-, acometeré el libro que espera desde hace años, y que creo mejor que el diario del intermediario mundano y bastante más largo.
Este es de narrativa, pero sin la vil constricción y repliegue industrial a la fórmula cliché de la novela.
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