Uno conserva amigos a pesar de no cuidarlos, de no llamarlos y de seguir a su bola cotidiana. Me llama a mediodía un amigo. Cena a 600 metros en una casa en la que hay habitaciones en las que los libros trepan hasta el techo, los discos ocupan medio salón, la música se oye por toda la casa, -ayer tocó jazz-, y en la que no faltan buenos cuadros.
Mis relaciones con filósofos académicos de notable altura intelectual y vital siempre se renuevan, no pasa el tiempo.- ¿A quien trabajas ahora y qué lees?- le pregunto durante la cena.
- A nadie, releo.
- Y conferencias, colaboraciones…
- Una al año.- ¿Cursos de doctorado?
- Hay que darlos, están en el sueldo. Lo que hago es ver mucha televisión.
- ¿Televisión… qué?- no la tuvo hasta hace muy poco.
- Lo que pongan.
De madrugada me regala dos magníficos libros de arte de las dos últimas exposiciones que ha comisariado.
Quizá no haya llegado todavía al metro de estantería sobre el Sáhara, pero no tardará en caer. Aquí dejé esta mañana el post. Al mediodía he verificado el dato. Solo acumulo 39 cm sobre el Sáhara repartidos en 18 libros. Infiero que nunca llegaré a los 100 cm, que me consolidaría como avezado conocedor. Tal vez si sumara la información robada a Internet… ni así. El viernes encontré, cuando pregunté por preguntar por un libro que yo consideraba esencial, junto con los Estudios Saharianos de Julio Caro Baroja, Hijos de las Nubes de Sophie Caratini, ya que se trata de otra antropóloga que hizo su trabajo de campo con la tribu Erguiabat en el Zemmur, en la parte de Mauritania. Los erguibi se expanden desde el Río Draa (sur de Marruecos hasta el sur de Mauritania y a Argelia, además de por gran parte del Sáhara Occidental) El concepto de fronteras y naciones era radicalmente ajeno al sistema de representaciones y significados espaciales, históricos, políticos y antropológicos de los nómadas, como es muy fácil intuir.
No deja de ser curiosa la pluralidad sahariana, esta idea que me rondaba por otras realidades, y la anoto ayer a la tarde nada más pasar de las 200 páginas del libro. Las acciones armadas que iniciaba el Polisario contra España se ven con total lejanía, a veces con erguibis encuadradados en el propio ejército mauritano.El libro de Caratini narra su experiencia de joven antropóloga francesa en 1974 cuando tiene 26 años. Cuenta sus avatares de adaptación a los erguiabat, en el que destaca de forma primorosa toda su sensibilidad, pensamiento, actitudes, cautelas, increíblemente femeninas, ante lo que uno acaba rindiéndose.
La etnóloga habla del Otro y busca su integración plena en su mundo, en su cultura profunda. Tal rapto de profesionalidad y consecuencia no deja de obedecer a una pulsión mística, de comunión con el Otro, de encarnación en él, que es cuando el Otro deja precisamente de ser el Otro. Curioso.
Durante la semana, y a ráfagas que es como podía, he seguido leyendo a Tahar Ben Jelloun, escitor marroquí, francófono, residente en Francia y criado como casi todos los escritores marroquís que conozco, en Tánger, casos también de Mohammed Choukri y Mohammed Mrbret. Tangerinos no nacidos allí, sino campestres, nocturnos, listos... y furtivos, que fueron.
Esta semana he "recorrido" casi entero el Magreb. En Tánger, a diferencia de mi admirada etnóloga yo mantengo la otredad a rajatabla. La sociedad árabe es algo incompatible conmigo, pero como acuso ciertas rarezas y anomalías secundarias, me siento a gusto. No busco conocer nada, trato de sentir, sentirme. Como le contaba a una norteamericana hace un par de meses, jamás he comprado nada en Tánger, ni en Tetuán ni Chaouen. Nada es nada. Cuando viajo siempre compro algo, menos en Marruecos. Ni siquiera he probado el té, sigo bebiendo cervezas en hoteles como si estuviera en Munich. Y no lo hago porque me repugne el turismo pintoresco, de aires etnográficos, de vocación "viajeros románticos"… para desmarcarme de esas mascaradas deletéreas (los más necesitados de “imagen” y cualquier promoción son los que van “a India”), sino por incompatibilidad.
Mi atracción es insondable, no manifiesta como mis boicots. Mi curiosidad se serena y entrega. Allí ellos son el Otro y mi mismidad está en total minoría, mis límites están muy claros, yo acabo al lado, entre ellos, mi contorno así tal vez delimite y avive el espíritu que encierra. Sentirte ajeno e individual no deja de ser gratificante, es una celebración, y el espacio y las medidas cobran mayor fuerza y energía, todo es mucho más vivo y concerniente. Es tan valioso no pertenecer y estar fuera…no se puede llegar más dentro de uno mismo… y disolverse en armonías posibles y extrañas. Como en “estados del alma”, pero sin llegar a escribir un penoso verso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario