La acreditada diplomacia marroquí venía logrando avances
y metas que la ONU nunca hubiera
alcanzado, tampoco con el contencioso del Sáhara, en el que volvió a ser decisivo,
no el organismo internacional, sino Trump, al reconocer el Sáhara occidental como
parte del territorio marroquí. Que supuso el paulatino reconocimiento de más países,
incluso los de mayor peso.
De otro lado, la rimbombante RASD de Tinduf parece
desmoronarse como meros campamentos acosados
por la mayor corrupción, descontrol, aislamiento, menos medios y población, pérdida de toda aura de referencia
revolucionaria y ensoñaciones románticas, apareciendo, disputando su representación
exclusiva, una nueva organización tan fantasmal como el Polisario actual, el Movimiento
Saharaui por la Paz.
Existen razones de
peso para negar la existencia de un sujeto política saharaui.
En primer lugar, el otorgamiento a un único sujeto
político (Frente Polisario), en muy concreta coyuntura (la Misión Visitadora de
1975, compuesta por 3 miembros, que colige, por la mera aclamación observada al
Frente Polisario, ser único mandatario del Sáhara) por lo que devino este en representación
integral de un pueblo. No pasa de ser un resabio totalitarista y plenamente antidemocrático
de las premisas que funcionaban en la ONU, con los movimientos de liberación
nacional y emancipación de los pueblos. Lo que no sería en ningún caso tolerable para Europa y Occidente era
perfectamente válido para el Tercer Mundo. En cambio, Marruecos nació instaurando
la pluralidad.
En segundo lugar, prueba de ese carácter totalitario resulta la aparición de un movimiento que, mira por dónde,
se reclama también representante de los saharauis, como es el Movimiento
Saharaui por la Paz: ¿Hay un sujeto político saharaui? ¿O serían dos? ¿O tres, si
hubiera que contar con la mayoría de la
población saharaui de las Provincias del Sur en suelo marroquí?
Si no hay un sujeto político ni parece reivindicado por
la población, autóctona y la no originaria, de las Provincias del Sur, no
debiéramos seguir justificando la autonomía como alternativa al derecho de
autodeterminación primigenio, por materialmente caducado, ni considerar
un contencioso entre dos partes, porque supondría mantenernos en el marco
mental, jurídico e histórico, ya definitivamente borrado y superado.
Para cualquier controversia, las partes han de ostentar
capacidad y legitimación para construir la legalidad de un acuerdo, y es evidente
que el Polisario no ostenta ninguna, ni siquiera derivada de cuando la tuvo, de
forma totalizante y antidemocrática. Jamás convalidable.
Es cierto que Marruecos
en su día contrapuso la autonomía a la autodeterminación, guiado por el
fin de posibilitar la aprobación de Naciones Unidas, un juego de encajes en el
principio autodeterminista, modificando su constitución para dar cabida a un
estado con distintas autonomías, en las que las Provincia del Sur se integrarían.
Que la comunidad internacional de facto (las cuestiones de facto suelen
terminar de iure), amparándose en el poder soberano de los Estados y su
autonomía de voluntad, ha ido revalidando la propuesta de autonomía, al margen,
afortunadamente, de la inoperancia extrema y caducidad material de aquellos presupuestos,
de la ONU. Pero el último día de octubre el Consejo de Seguridad devino milagrosamente
operativo y resolutorio, todo por obra y gracia de Trump, que insufló oxígeno a
espuertas a una Organización internacional sumida en el burocratismo y la ineficiencia
estructural/funcional.
De forma que tenemos un amplio reconocimiento jurídico
material de numerosos sujetos de derecho internacional (Estados) del Sáhara
marroquí, al que se le une muy tarde un
reconocimiento jurídico formal de Naciones Unidas, basado en contextos y
dilemas históricos absolutamente ya extemporáneos y carentes de virtualidad
material. Que implicaría mantener vivo al otro sujeto político (Polisario) que
articula el contencioso resuelto, para poder dar paso a una subsecuente maraña
de despropósitos en su absurda aplicación.

No hay comentarios:
Publicar un comentario