jueves, noviembre 06, 2025

¿Queda hoy un sujeto político saharaui? de José María Lizundia

 Desde el año 2007 no hay documento de Naciones Unidas que se refiera al derecho de autodeterminación, en su lugar se abrió paso el derecho a la autonomía del Sáhara occidental en el marco de la nación marroquí. Si el debate de la legalidad ha sufrido la lógica evolución, habiendo desterrado, el principio que se tomó por sagrado, del derecho de autodeterminación como salida natural de la descolonización y emancipación de los pueblos, ya resulta un palpable anacronismo. Por la historicidad del derecho internacional, cumplió una función histórica muy determinada. Como ya tampoco cabe la abolición de la esclavitud. Tan es así que los 17 Territorios No Autónomos que quedan, no muestran el más mínimo interés por su emancipación. Nueva Caledonia es la última en confirmarlo expresamente.

La acreditada diplomacia marroquí venía logrando avances y metas que  la ONU nunca hubiera alcanzado, tampoco con el contencioso del Sáhara, en el que volvió a ser decisivo, no el organismo internacional, sino Trump, al reconocer el Sáhara occidental como parte del territorio marroquí. Que supuso el paulatino reconocimiento de más países, incluso los de mayor peso.

De otro lado, la rimbombante RASD de Tinduf parece desmoronarse  como meros campamentos acosados por la mayor corrupción, descontrol, aislamiento, menos medios y  población, pérdida de toda aura de referencia revolucionaria y ensoñaciones románticas, apareciendo, disputando su representación exclusiva, una nueva organización tan fantasmal como el Polisario actual, el Movimiento Saharaui por la Paz.

Existen  razones de peso para negar la existencia de un sujeto política saharaui.

En primer lugar, el otorgamiento a un único sujeto político (Frente Polisario), en muy concreta coyuntura (la Misión Visitadora de 1975, compuesta por  3 miembros, que  colige, por la mera aclamación observada al Frente Polisario, ser único mandatario del Sáhara) por lo que devino este en representación integral de un pueblo. No pasa de ser un resabio totalitarista y plenamente antidemocrático de las premisas que funcionaban en la ONU, con los movimientos de liberación nacional y emancipación de los pueblos. Lo que no sería en ningún caso  tolerable para Europa y Occidente era perfectamente válido para el Tercer Mundo. En cambio, Marruecos nació instaurando la pluralidad.

En segundo lugar, prueba de ese carácter totalitario resulta  la aparición de un movimiento que, mira por dónde, se reclama también representante de los saharauis, como es el Movimiento Saharaui por la Paz: ¿Hay un sujeto político saharaui? ¿O serían dos? ¿O tres, si hubiera que contar con  la mayoría de la población saharaui de las Provincias del Sur en suelo marroquí?

Si no hay un sujeto político ni parece reivindicado por la población, autóctona y la no originaria, de las Provincias del Sur, no debiéramos seguir justificando la autonomía como alternativa  al derecho de  autodeterminación primigenio, por materialmente caducado, ni considerar un contencioso entre dos partes, porque supondría mantenernos en el marco mental, jurídico e histórico, ya definitivamente borrado y superado.

Para cualquier controversia, las partes han de ostentar capacidad y legitimación para construir la legalidad de un acuerdo, y es evidente que el Polisario no ostenta ninguna, ni siquiera derivada de cuando la tuvo, de forma totalizante y antidemocrática. Jamás convalidable.

Es cierto que Marruecos  en su día contrapuso la autonomía a la autodeterminación, guiado por el fin de posibilitar la aprobación de Naciones Unidas, un juego de encajes en el principio autodeterminista, modificando su constitución para dar cabida a un estado con distintas autonomías, en las que las Provincia del Sur se integrarían. Que la comunidad internacional de facto (las cuestiones de facto suelen terminar de iure), amparándose en el poder soberano de los Estados y su autonomía de voluntad, ha ido revalidando la propuesta de autonomía, al margen, afortunadamente, de la inoperancia extrema y caducidad material de aquellos presupuestos, de la ONU. Pero el último día de octubre el Consejo de Seguridad devino milagrosamente operativo y resolutorio, todo por obra y gracia de Trump, que insufló oxígeno a espuertas a una Organización internacional sumida en el burocratismo y la ineficiencia estructural/funcional.

De forma que tenemos un amplio reconocimiento jurídico material de numerosos sujetos de derecho internacional (Estados) del Sáhara marroquí, al que se le une muy tarde  un reconocimiento jurídico formal de Naciones Unidas, basado en contextos y dilemas históricos absolutamente ya extemporáneos y carentes de virtualidad material. Que implicaría mantener vivo al otro sujeto político (Polisario) que articula el contencioso resuelto, para poder dar paso a una subsecuente maraña de despropósitos en  su absurda aplicación.

 

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