Las aporías no son solo propias de Bilbao sino del País Vasco. Bilbao es mi ciudad y el país vasco hace tiempo que dejó de ser mi país (demasiado profundo en su colosal superficialidad y papanatismo coral). No puede haber nada más excitante, porque no me explico cómo, si no fuera así, podría tener otro libro entre manos del país.
El haber pasado ayer hora y hora y media en la Diputación Foral de Bizkaia, ha vuelto a ser todo un episodio de trabajo de campo.
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Por supuesto, muchos latinos, que hablan español y muy bien, una Quinta Columna
Aunque sea un organismo provincial ("Territorio histórico" oficialmente -no es ni remisión medieval- o sea, con zonas euskéricas), no se oye tampoco hablarlo a nadie. Uno ya se fija en las conversaciones con el móvil, con idénticos resultados.
Todos hablan castellano sin excepción, (si salvedad, no el euskera) pero toda la cartelería es en euskera -si acompañada, debajo más pequeño, el castellano-, con exhortaciones a hablarlo en mamparas y paredes. La disociación o escisión de la política vasca (con la saturación de empeños epopéyicos con el euskera) y la realidad social no puede ser más brutal. Quieren al euskera, después de medio siglo de fracaso casi total, como el único o muy preminente idioma vasco, incapaces de resignarse a lo que ya es. Simplemente. Siempre la religiosidad vasca.
De regreso a la civilizada y laica Las Arenas, sin épica, fines últimos, causas comprometidas, redenciones históricas, involucraciones de todos..
Por fin uno con su Athletic Club, y lo tengo que decir de verdad, porque poseo pruebas materiales
Oh, Pozas







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