Esta es la Casablanca y de aquí arranca la 16 St, nuestra calle, a más de 30 ó 40 minutos la casa familiar, sí, en la misma calle. Ocurre que lindamos con un parque natural y cerca de un barrio totalmente multicultural. Entras en otro territorio, lo contrario a España donde todo es étnico, monista y homogeneo. Y un poco más abajo, pero por la 14 te topas con Columbia Heights, donde está el Tivoli y el supermercado rojo. Por el color, es como el centro. Es tan multicultural que hasta hay jóvenes WASP rubicundos y pecosos, de los que con buen tiempo van a trabajar en bici. Multiétnicos ya somos nosotros también. La América del futuro.
Esta es la residencia del embajador ruso, si bajas caminando por la 16 has de pasar por ahí, con unos edificios de este porte como la institución cultural que tiene España en la capital y que visitaremos.
Este es un templo masónico, hay más, de la logia y rito escoces, a la que según me contaron hace años pertenece la masonería palmera.
Aunque yo soy ya santacrucero para el caso de que pudiera ser de algo, no dejo de reconocer el provincianismo de Santa Cruz, sin llegar a los límites de la cota de 600 metros (La Laguna) donde el provincianismo y el esnobismo se disparan y se hacen calle y cotidianidad. Trataba de decir, si mis digresiones lo permiten y se habrá adivinado, de la masonería canaria.
Las fuerzas vivas de Santa Cruz conciben poseer la reliquia de una gran pasado civilizador, que es el templo masón (el edificio no deja de ser curioso), y eso les produce indisimulada euforia.
El progresismo local, siempre proclive al conservadurismo y al rescate y culto al pasado y la inmovilidad, ven en la masonería un agente de progreso (lo fue en el siglo XVIII pero les da igual, no tienen más) y algo sumamente heroico por la persecución, osea prohibición de ella por Franco. Dada su naturaleza secreta hubo de ser una forma de acrecentar su protección y mejor cuidado propio.
Y terminamos con la 16.
El día 19 a Casablanca y el 20 a Washington
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