miércoles, julio 03, 2019

Voy al médico

Algunos títulos que estamos acometiendo, como daba cuenta en mi columna periodística de abajo. 
Pero no debo descentrarme  de mi medicalización. Hoy he tenido una larga sesión hospitalaria como he llegado  a casa diciendo  a una XY con la pata quebrada gracias a Ada Colau alcaldesa de Berlín 1933 y sus adoquines rotos. En realidad no he estado en ningún hospital, sino en un centro de salud de atención primaria, así se llaman; estaré próximamente en uno cuando sea objeto del operativo de la hernia inguinal. Ese apéndice o excrecencia que oculta casi mis genitales. Mi vida se ha contraído básicamente a ir al médico, la semana que viene tengo nueva indagación y el viernes oculista con cataratas: yo.
En el centro de salud  hablando con la médica ha entrado Carmen la enfermera  y me he desparramado un poco, y he decidido hablar culto y si sale pedante sale como un escritor. por momentos he dominado la escena. Hasta que la doctora ha amputado mi creatividad expresiva.
Luego Carmen que me ha hecho tumbarme  para ver mis piernas perdidas. Oía por un aparato los latidos de mi corazón en el dedo gordo del pie, muy rítmico, no se cómo, hospedándose en mis piernas de madera pirata, lo conseguía.
Hay una duda razonable, o es vascular, varices internas o es de la columnata, las otras hernias (discales), las lumbares , sacras y demás del armazón esquelético; nos movemos en esa franja científico especulativa.
Había pasado 45 años de mi vida sin hacerme una analítica, fue hacérmela e irrumpir la vejez de golpe, aunque ya  arrastraba algo las piernas, ya me dolían, en los tres últimos años apenas  he hecho uso de ellas porque llevo tres años sentado, ganando en grosor. Me hicieron la analítica  y yo creía que en todos lo baremos haría cumbre, pues no , solo en los trans-amioácidos -sigo sin saber por qué- que estaban altivos y levantiscos que ya  han sido domeñados. Dejé de beber sin la menor dificultad, al punto que comprobé no sin dolor que mi devoción por  la cerveza había sido una impostura, que lo fue, no era un tipo fiable, sino un comediante que alardeaba de la dependencia de la cerveza y sus efectos providenciales, hasta que comprobé que no era nada, un mundo desacralizado, ni un poco de mono de castigo y expiación, nada, indiferencia, y he bajado  casi diez kilos como imaginaba pasaría alguna vez. 

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