Asumo escarnecido esta autodelación: no soy un feminista sino de condición bastarda y heteropatriarcal: he aquí la prueba irrefutable. Sobran todas las palabras, aquí están las fehacientes demostraciones de la abyección y el crimen, en el pozo de mi ignominia abrahámica, veterotestamentaria y sionista irredimible.
Cuando abandonamos- seguíamos en Washington- la heteropatriacalidad vesánica y testoseronasíaca, como se referirían a ella las serenas y sabias feministas del populismo, el izquierdismo, el progreso y la psique en búsqueda del "sí misma fuerte y poderdante" y el "sé tú misma bastante más de lo que ya crees que eres, si es que eres",
nos pasamos a la COMUNA
Aquí un núcleo parental de cariz matrimonial en principio tolerado, mientras no haya denuncia por medio, de ella a él ¡cómo si no!, en el que el patriarcado patricio y matriarcado y sus dominios domésticos y educacionales fuertemente antropológicos, quedan solo aparentemente abrazados en términos de ¡ojo! micromachismos subsistentes y acechantes como el pecado y la psicosis, en cada momento de estas imágenes washingtonianas o cualesquiera otras. Vigilancia extrema y denuncia inmediata.
Otro momento extraño, queda suspendida la familia heteropatriarcal tribal y paleolítica pero también la comuna y el falso y alienado paréntesis matrimonial formado por la falsa ecuación varón vulgar/mujer idiosincrática, para transformamos en PANDA
No hay comentarios:
Publicar un comentario