El martes para estar distraído –un intimísimo amigo mío
tenía una cita muy crítica con médicos- decidí pasarme por el Instituto de
Estudios Canarios a por un artículo sobre un libro mío sacado en su anuario, que habiendo descubierto hace
ya unos meses (es de 2016) que existía, no me motivaba nada conocer su
contenido. En ningún momento pensé si sería elogioso, amable o demoledor. Solo cuando, una vez allí, lo pedí y acredite ser miembro del Instituto,
de repente sentí curiosidad por el contenido. Eso antes hubiera sido imposible
que me pasase. Mi total desinterés por la crítica de mi libro “El ensayo en la
literatura canaria”, me sorprendió.
Estoy tan seguro, que ya con haber sido reseñado y pasar a Dialnet (el gran registro español de humanidades) otra vez más, me bastaba.
El autor es un profesor o becario de la universidad con poco
google detrás. Tiene un solo esquema que es el académico y científico, con sus pautas y
protocolos tasados o condiciones regladas de desarrollo. Geometría de geómetra. Comienza
indicando que no acoto el periodo del ensayo, si va de Ptolomeo y Juba II o de
anteayer, que desconozco autores y cita un insípido libro de un periodista sobre la psicología del hombre canario,
que da la casualidad que recién llegado a la isla lo compré e incluso leí; otro que desconozco es uno en
cuyo título figura la palabra OTAN. Un poco descalabrado todo. En definitiva
que es un trabajo “cargado de
parcialidades inexactitudes y lagunas”. A mí no me falta nada, ni una línea, el
resultado es como es y solo puede ser como lo he hecho. Así lo han debido de
pensar las universidades de Stanford e Illinois, de las que tengo constancia, tienen el libro.
Parece pensar en un tribunal que va a juzgar su tesis, que
en ello andará o habrá andado, porque yo no me sometí a nadie ni a nadie pedí
revisión. Ni lo pensé, yo tenía mis ideas, había hecho mi elaboración crítica,
confiado plenamente en mis intuiciones y reflexiones, y en el valor de mis proposiciones. Ahora hago recuento: me presentó un catedrático de literatura en la Real Sociedad Económica, me
llamó por teléfono para agradecerme su mención
otro catedrático de literatura y notable escritor y me escribió otro catedrático de literatura,
también canario de una importante universidad madrileña y escritor de
referencia. Más éxito no se puede tener, teniendo en cuenta el tiempo que había
empleado para documentarme una vez surgido el interés por el asunto tratado y mi absoluto intrusismo. Soy psicológicamente enemigo de investigar, de
encontrar alijos de datos y aportar
tres no conocidos y esbozar una semitesis coincidente con las grandes
corrientes críticas, lugares comunes, ideas recomendadas, sistemas fijados.
Para empezar yo no voy a por datos sino a por los discursos, es lo que me
interesan y sobre lo que puede y debe versar la crítica, por las tesis, opiniones y fundamentos que los
sustentan.
Todos mis ensayos tienen una cualidad cierta, por muy mal que esté que lo diga, y es que abordan y
dicen lo que no se ha dicho, que he puesto la mirada donde nadie lo ha hecho -no se me ocurriría en otro caso escribir nada, es mi único impulso-, y
lo hago con el rigor necesario, he de avalar lo que sostengo. Es así, y creo que me sale.
Yo no tengo absolutamente nada que ver con la universidad,
lo único que compren y tengan mis libros dentro y fuera de España. Porque inexplicablemente ha ocurrido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario