sábado, noviembre 10, 2018

Agrestemente referenciado

El martes para estar distraído –un intimísimo amigo mío tenía una cita muy crítica con médicos- decidí pasarme por el Instituto de Estudios Canarios a por un artículo sobre un libro mío sacado  en su anuario, que habiendo descubierto hace ya unos meses (es de 2016) que existía, no me motivaba nada conocer su contenido. En ningún momento pensé si sería elogioso, amable  o demoledor. Solo cuando, una vez allí,  lo pedí y acredite ser miembro del Instituto, de repente  sentí curiosidad por  el contenido. Eso antes hubiera sido imposible que me pasase. Mi total desinterés por la crítica de mi libro “El ensayo en la literatura canaria”,  me sorprendió. Estoy tan seguro, que ya con haber sido reseñado y pasar a Dialnet  (el gran registro español de humanidades)  otra vez más, me bastaba.
El autor es un profesor o becario de la universidad con poco google detrás. Tiene un solo esquema que es el académico y científico, con sus pautas y protocolos tasados o condiciones regladas de desarrollo. Geometría de geómetra. Comienza indicando que no acoto el periodo del ensayo, si va de Ptolomeo y Juba II o de anteayer, que desconozco autores y cita un insípido libro de un periodista  sobre la psicología del hombre canario, que  da la casualidad que recién  llegado a la isla lo compré  e incluso leí; otro que desconozco es uno en cuyo título figura la palabra OTAN. Un poco descalabrado todo. En definitiva que es un trabajo  “cargado de parcialidades inexactitudes y lagunas”. A mí no me falta nada, ni una línea, el resultado es como es y solo puede ser como lo he hecho. Así lo han debido de pensar las universidades de Stanford e Illinois, de las que tengo constancia,  tienen el libro.
Parece pensar en un tribunal que va a juzgar su tesis, que en ello andará o habrá andado, porque yo no me sometí a nadie ni a nadie pedí revisión. Ni lo pensé, yo tenía mis ideas, había hecho mi elaboración crítica, confiado plenamente en mis intuiciones y reflexiones, y en el valor de mis proposiciones. Ahora hago recuento: me presentó un catedrático de literatura en la Real Sociedad Económica, me llamó por teléfono para agradecerme su mención  otro catedrático de literatura y notable escritor  y me escribió otro catedrático de literatura, también canario de una importante universidad madrileña y escritor de referencia. Más éxito no se puede tener, teniendo en cuenta el tiempo que había empleado para documentarme una vez surgido el interés por el asunto tratado y mi absoluto intrusismo.  Soy psicológicamente enemigo de investigar, de encontrar alijos de datos y aportar tres no conocidos y esbozar una semitesis coincidente con las grandes corrientes críticas, lugares comunes, ideas recomendadas, sistemas fijados. Para empezar yo no voy a por datos sino a por los discursos, es lo que me interesan y sobre lo que puede y debe versar la crítica, por  las tesis, opiniones y fundamentos que los sustentan.
Todos mis ensayos tienen una cualidad cierta, por muy mal que esté que lo diga, y es que abordan y dicen lo que no se ha dicho, que he puesto la mirada donde nadie lo ha hecho -no se me ocurriría en otro caso escribir nada, es mi único impulso-, y lo hago con el rigor necesario, he de avalar lo que sostengo. Es así, y creo que me sale.
Yo no tengo absolutamente nada que ver con la universidad, lo único que compren y tengan mis libros dentro y fuera de España.  Porque inexplicablemente ha ocurrido.



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