Makaros aprieta el acelerador, pero no progresa en sus
rutinas. A la anterior convocatoria solo
fueron tres, parte estábamos de viaje, otros en ocupaciones incompatibles. La anterior convocatoria a esa fue en mayo, cuando se impuso la lectura absurda e inverosímil del Leviatán de Hobbes, un ladrillo de la construcción con un lomo de
unos 4 cm. Hace unos años referenciaba los libros que compraba por el grosor
total de los lomos de los libros. Medida en estante.
La elección del libro de lectura se basa en la determinación de algunos de barrer
siempre para casa, o bien porque les viene muy bien para sus discursos
didácticos y así vuelven a emitir sus obligadas y salmódicas tesis, como si de esa forma todo
en el mundo, el mundo en sí, las confirmara, o porque ya han leído el libro que proponen y así no lo han
de leer, porque se lo aprendieron de memoria. Este es el caso de mi hermano que
jamás se ha leído un libro propuesto. Para
llenarse de razones para no leerlos los denigra y ametralla: son libros de
autoayuda, de aeropuerto, kiosko, lecturas de bachiller, resopla.
El libro de ayer era
tan infumable y tan subordinado a confirmar e ilustrar, por derivas oportunistas,
el mundo mental del proponente que ni se comenta nada de él, salvo su infamia.
Por fin no hablamos del libro programado. Siempre tenemos conversaciones chispeantes, intensas, de vida e intelectuales, pero se las arreglan para terminarlas y pasarnos al libro,
la programación, la obligación, sin pensar que sería mucho mejor mantener nuestros debates, discusiones y experiencias.
Cuando llegué al Oliver estaba mi hermano y unos miembros
muy destacados de lo que yo di en llamar burguesía criolla y ganadera (alguien escaso
de imaginación me corrigió que ganadera no lo era; pues claro, hombre). Eran
todos añosos y repintados. Ellos iban trajeados y uno con todo hecho (hijos, nietos, fortuna) llevaba chaqueta azul y unos
pantalones burdeos oscuros , pañuelo en el bolsillo y emplazaba a Montecarlo o
algún club británico al acto. Ellos cenaban en el comedor en el que es
obligado comer con chaqueta y nosotros en el grande. Éramos todo el público.
Yo entré con un polo de manga corta y el jersey sobre un
hombro. Según me informó mi hermano, una de las señoras comentó a mi
paso, "pero como viene ese así vestido", por mí. A
la mañana se lo cuento a XY y me dice: “ibas vestido de ir a la playa”.
Les regalé a todos mi
último libro que lleva fotos, es de viajes (de uno, más bien). Y les dije que
no pensaba dedicárselo, que se lo dedicaran ellos a sí mismos y que yo los
firmaba. Juan y Ex doctor herris se hicieron dedicatorias de una página entera.
Con los guiños habituales. Ex doctor Harris se ha dejado barba, va de PNN de
universidad y está como más rejuvenecido.
Apareció el nacionalista vasco trasterrado, al que le encantó que en la solapa aparezca (yo) con la prenda étnica vasca.
De Makaros se puede asegurar que tiene una ética muy
poderosa, en detrimento de una estética. Hay ciertas relaciones con caminos
doctrinales trascendentes, de ahí tanta la eticidad. ¿Como lo pruebo? En que
todos se compraron y leyeron el libro a pesar de considerarlo infame, abyecto,
ominoso. Pues aun así se lo leyeron y
aparecieron algunos con él. Es sorprendente su eticidad, debería conmoverme..
A la infamia del libro propuesto se unió la de la comida, con el
nuevo concesionario del Oliver añoras un MCdonalds. Alguno ya viene cenado, yo repelí la tortilla de patatas.
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