domingo, noviembre 11, 2018

Ayer en el Oliver: los Makaros con mi último libro

Makaros aprieta el acelerador, pero no progresa en sus rutinas. A la anterior  convocatoria solo fueron tres, parte estábamos de viaje, otros en ocupaciones incompatibles.  La anterior convocatoria a esa fue en mayo, cuando se impuso la lectura absurda e inverosímil del Leviatán de Hobbes, un ladrillo de la construcción con un lomo de unos 4 cm. Hace unos años referenciaba los libros que compraba por el grosor total de los lomos de los libros. Medida en estante.
La elección del libro de lectura se basa  en la determinación de algunos de barrer siempre para casa, o bien porque les viene muy bien para sus discursos didácticos y así  vuelven a  emitir sus obligadas  y salmódicas tesis, como si de esa forma todo en el mundo, el mundo en sí, las confirmara, o porque ya  han leído el libro que proponen y así no lo han de leer, porque se lo aprendieron de memoria. Este es el caso de mi hermano que jamás se ha leído un libro propuesto. Para llenarse de razones para no leerlos los denigra y ametralla: son libros de autoayuda, de aeropuerto, kiosko, lecturas de bachiller, resopla.
El libro de ayer era  tan infumable y tan subordinado a confirmar e ilustrar, por derivas oportunistas, el mundo mental del proponente que ni se comenta nada de él, salvo su infamia. Por fin no hablamos del libro  programado.  Siempre tenemos  conversaciones chispeantes, intensas, de vida e intelectuales, pero se las arreglan para terminarlas y pasarnos al libro, la programación, la obligación, sin pensar que sería mucho mejor mantener nuestros debates, discusiones y experiencias.
Cuando llegué al Oliver estaba mi hermano y unos miembros muy destacados de lo que yo di en  llamar burguesía criolla y ganadera (alguien escaso de imaginación me corrigió que ganadera no lo era; pues claro, hombre). Eran todos añosos y repintados. Ellos iban trajeados y uno con todo hecho (hijos, nietos, fortuna)   llevaba chaqueta azul y unos pantalones burdeos oscuros , pañuelo en el bolsillo y emplazaba a Montecarlo o algún club británico al acto. Ellos cenaban  en el comedor en el que es obligado comer con chaqueta y nosotros en el grande. Éramos todo el público.
Yo entré con un polo de manga corta y el jersey sobre un hombro. Según me informó mi hermano, una de las señoras comentó a mi paso,  "pero como viene ese así vestido", por mí. A la mañana  se lo cuento a XY  y me dice: “ibas vestido de ir a la playa”.
Les regalé  a todos mi último libro que lleva fotos, es de viajes (de uno, más bien). Y les dije que no pensaba dedicárselo, que se lo dedicaran ellos a sí mismos y que yo los firmaba. Juan y Ex doctor herris se hicieron dedicatorias de una página entera. Con los guiños habituales. Ex doctor Harris se ha dejado barba, va  de PNN de universidad  y está como más rejuvenecido. Apareció el nacionalista vasco trasterrado, al que le encantó que en la solapa aparezca (yo) con la prenda étnica vasca.
De Makaros se puede asegurar que tiene una ética muy poderosa, en detrimento de una estética. Hay ciertas relaciones con caminos doctrinales trascendentes, de ahí tanta la eticidad. ¿Como lo pruebo? En que todos se compraron y leyeron el libro a pesar de considerarlo infame, abyecto, ominoso. Pues aun  así se lo leyeron y aparecieron algunos con él. Es sorprendente su eticidad, debería conmoverme..
A la infamia del libro propuesto  se unió la de la comida,  con el nuevo concesionario del Oliver  añoras un MCdonalds.  Alguno ya viene cenado, yo repelí la tortilla de patatas.



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