domingo, agosto 20, 2017

Impresiones del viaje. Mi amigo Ramsis el taxista

El mítico hotel Minzah de Tánger. Mal servicio. Lo visité dos días. Enfrente familia militares  españoles todos  funcionarios (padres, hijos, abuelos). Una España estamental, muy tradicional, que  ahora pueden votar algunos a Podemos. Les subleva la mínima molestia y castigan al poder
Me fui el 6 y regresé ayer 19. He  dormido en 5 ciudades. Mijas, Tánger, Ceuta, Cádiz y Sevilla. Un viaje poco más corto que el del Oeste americano de mayo, y distinto. No es lo mismo viajar acompañado que solo. Hace mucho que dejé atrás mi  juventud, pero todavía puedo quedarme en casas de amigos. Es donde se habla mucho, y básicamente se ríe más. En otro caso sería imposible por completo. Por  casi todos  los sitios por los que he pasado los conocía muy bien. Luego viajar para conocer, no tiene por qué darse. Al noventa por ciento del planeta no se me ocurriría ir. Ver por ver es una de las cosas más flojas. A todos esos turistas que les gusta todo, o hacen que,  incluso lo más insospechado,  en realidad no les gusta nada.

Asillah
Lo novedoso sí ha sido viajar desde Tánger a Larache y Assilah, conocer el célebre río Lucus, como el de Asillah que son pura delicia: aguas verdes, dulces meandros, cuencas de mucha sedimentación: arenas, y lodos del río,  nada construido. Fui con Ramsis un taxista que contraté, cervecero, zumbado y divertido, su lema era ¡a beber! Aunque solo en Assilah tomamos cervezas, algunas cuantas generosas unidades. En Larache me visité los cementerios muslim, nasrani y hebreo sin dar con el museo civil, donde yacen Juan Goytisolo y Jean Genet, mis explicaciones no sirvieron de nada.
Más Asillah,  lo que gustan los  hispanos: lo étnico y folclórico. Lo supervisé lo  que duran los disparos de mi nuevo móvil de 9 mm
La pandilla que se formó en el cementerio judío decía que era cristiano, y yo les señalaba el rollo de la Torá, los Jacob, Abraham, Cohen… de las lápidas, y citaba “Is-ra-el” que suponía término para ellos resonante y hostil. Pues nada como si hablara del budismo o Dionisos. Les repartí unos diezmos, deduciendo que su guía desmotivada no era filantrópica. El gran Ramsis, el taxista, me esperaba dentro del coche para ir a comer pes-ca-do-muy-bue-no  a Asillah. Le había dicho un millón de veces que no pensaba comer, solo tomar cerveza. Pues vuelvo de otear la zona de dentro de la muralla y me lo encuentro pidiendo comida.
-Te he dicho que no iba a comer, tú pide lo que te dé la gana que yo no voy a pagar, solo la cerveza.
-Tú no preocupar, tu paga la cerveza y yo la comida.
 -Ya me extraña

Me da para probar un pescado de la clase optimist (óptimo) y se lo como entero.
-Tendrás que pedir para ti- le digo. Pero no se qué pasa que no se lo dan. Le digo: "déjame en el barrio de Marsan, que quiero ir al café Hafa.  Te doy un adelanto del viaje de mañana".

Ante la biblioteca Juan Goytisolo  del Cervantes de Tánger que está (hay otro) en   el gran  complejo español: Consulado, hospital, Instituto, Cámara de  Comercio...  toda la manzana muy protegida.
Mucha seguridad  en  Tánger: soldados  patrullando con  la gendarmería 
En el Zoco chico, llevo visera, gafas de sol, pantalón corto y se me acerca un desinteresado: casbah, medina… y yo: No.
English, american, Canadian, australian –todos los nombres que me  halagan – yo sigo diciéndole que no, ante cada nueva identidad gentilicia-, se cabrea lleva media Europa citada, y enfatiza alborozado y harto: ¡portugués! Nuevamente ¡No!  Entonces dice dudoso  ¿español?
-Ya te ha costado, sí, spagnolo tipo baskish. Es mi 4ª vez en Tánger, o sea déjame en paz que no quiero ver nada. Se me había olvidado, Ramsis me había ofrecido putas y una linda jovencita  se me ofreció (me pareció) en un parque. Una suma que encarnaba  mi ideal de viajero.
Al día siguiente nueva negociación con Ramsis que me llevó por el norte de Tánger al cabo Malabata y bordeamos toda la punta  de Marruecos, viendo el puerto alternativa a Algeciras Tánger –Med, la sierra de Bullones, ¡que alturas y bosques!, hasta Ceuta.
Ceuta, parador, mi habitación



-¡Frena, mira que pendientes!
-Tú tranquilo, este es un gran coche-.  Me dejó en la frontera.
-A ver, te acuerdas de ayer, que te pagué parte del viaje de hoy, pues dime entonces lo que te debo, solo tienes que restar, dime-. Y va el cabrón, que ya me había psicologizado, y me suelta con un talento asombroso: “lo que tú quieras, amigo”.
-Joder cuántos recursos tienes, te voy a “apropinar” 20 euros, que no estaba en el precio y estos dírham que me han sobrado-.  Me da su tarjeta, en el que su  Volkswagen aparece dos veces fotografiado  a modo de flotilla empresarial.
 No había contrabandistas en la frontera –qué diferencia  con la de México, la de San Luis  de  Río Colorado,  que tenías que informar que  eras  extranjero y que estabas entrando ilegalmente en el país. Para no hacerte ningún caso, los  yanquis  a la vuelta también  parecido-  que  supe después que se había prohibido durante esa semana el comercio. Encontré un buen precio en el parador de Ceuta. Leí y disfrute de la ciudad y la travesía.
En Cádiz pedía en las librerías  tema Sáhara, Marruecos Magreb (en la librería Luces de la Alameda de Málaga, ¡un solo libro del Sáhara!: mío) o África. Como  no se encuentra nada  me he tenido que leer la historia del Congo. Aparecen los libros de la Guerra de África y el protectorado español, que es lo que yo leo, a falta de otros materiales. Me empieza el librero a sacar de la guerra de Ceuta, de Larache y claro me compro todo, si ya soy visitante y vecino.



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