El aeropuerto de Oslo un domingo resulta amable, parece que
nunca existieron los domingos con carrusel deportivo, con aquel asco de vida y del fútbol, y luce el sol. El
aeropuerto te da una semblanza de los noruegos
y del país, parte de los suelos son de madera como muchos arcos enormes, no se ven noruegas a las que piropear y gente
muy adecentada por el PIB, la visión aérea de los fiordos, el manto verde, y el
de nieve, el fraccionamiento de la costa en islotes, es interesante, se ven las
hendiduras de los fiordos, piensas que
bien se ven desde aquí arriba sin la claustrofobia de estar en las simas de
agua bajo acantilados de árboles y roca. Hemos dejado divisas al tesoro noruego, más de 100 dólares, las
cañas de cerveza eran de a 10.
Sobrevolamos Islandia y ya de noche Groenlandia, hay una luz
tenue de resplandor difuso, pienso si es el sol polar hasta que me digo ha de ser la luna. Fer
piensa lo mismo sobre el tipo de hombres que pobló esta tierra, como
fueron capaces de afrontar aquellas travesías a ninguna parte, de más que
dudoso regreso, su ambición, coraje, valor los hacen imposibles imaginar
conocido nuestro mundo. Groenlandia ofrece una visión ultraterrenal de espacios
inquietantes, refractarios a cualquier signo de vida, parece que sobre la superficie
de hielo se hubieran precipitado piedras
como montañas, que desde el avión tienen esa forma. Las distancias entre
Terranova, la Península de Labrador el
mar de Hudson en Canadá nos
parece interminables. Entramos en EE.UU. por Dakota del norte y ya en diagonal
a Los Ángeles.
La salida del aeropuerto por su bullicio casi parece el mercado
central de pescado de Tokio. Tenemos que
coger un bus para alquilar el coche por
las terminales del aeropuerto. Hemos salido de casa hace más de 24 horas. Casi 6
a Oslo y 11 a LA. La belleza de las luces de los Ángeles desde el aire nunca
podrán ser olvidadas, cuadriculas perfectas, luces de árbol de navidad
esparcidas en su interior, homogéneas,
ríos serpenteantes de luces de
coches. Abajo el dragón está despierto. Cogemos el coche, vamos a un barrio infernal, lleno de descampados y sombras, nuestro motel tiene en la entrada coches buenos e infames como dejados así, mal aparcados, por un exigente sentido de la colectividad, el vestíbulo es sucio, de muebles amarillos, la suciedad invade las mucosidades.
coches. Abajo el dragón está despierto. Cogemos el coche, vamos a un barrio infernal, lleno de descampados y sombras, nuestro motel tiene en la entrada coches buenos e infames como dejados así, mal aparcados, por un exigente sentido de la colectividad, el vestíbulo es sucio, de muebles amarillos, la suciedad invade las mucosidades.
En el mostrador hay dos negras hostiles, tras el vestíbulo, ya
fuera, hay como un patio donde se alineas las habitaciones y un bar con forma de choza tropical modalidad lumpen proletariat, me acerco. No hay nadie pero dos negros
beben, les pregunto para beber, y se me presentan muy vacilones. Me corrigen
porque yo le llamo a uno de ellos BRET, ellos me conminan a que pronuncie Bred, lo hago y le doy la mano
con una inclinación de cabeza que me enseñaron en el Colegio alemán, a ver si
les gusto. Me dicen que ya no sirven y que el camarero es el único blanco, que
no sé qué hace fuera, no va a servir, que los negros no le consideran -los últimos años viviendo entre enemigos de clase y ahora descubro los enemigos raciales-. Solo hay
negros y algún mulato, ni asiáticos ni chicanos, llevan pantalones cortos como de balón cesto
y viseras, capuchas. Hay putas negras muy putas y alguna jovencita blanca muy
perdida. Algún coche de afuera ha de costar más que los que han ganado ellos en
toda la vida, otra puta negra sale de un coche suntuoso, en e patio de las
habitaciones hay charcos navegables que se ve que no molestan a nadie, son
charcos sin lluvia. Las negras de la recepción dan las llaves, sin indicar las
habitaciones, tienes que pasar por la laguna del patio.
Le digo a la expedición: está noche aquí no vamos a poder
dormir por las balaseras. Serían muy estúpidos que a los únicos portadores de maletas y
trajes nos permitieran irnos sin robarnos. Equivaldría cargarnos todos los
minuciosos estudios y estadísticas de policía, sicológos, trabajadores
sociales. No somos tan importantes como para arruinar las casuísticas de
fiscales y sociólogos. yo me voy, aviso. Rosita que ella también. Que devuelvan
el dinero, estáis locos como nos van a devolver sino lo que harán es robarnos.
Pues lo devuelven. devuelven, si nos vamos por los negros.
Seguimos la calle con más descampados y sombras siniestras,
y aviones aproximándose a las pistas a
pocos metros. El siguiente motel es normal. No hay congregados. Voy a irme a
tomar una cerveza, en una esquina dos coches de policía han parado alguien, veo
luces lejos, no me atrevo a ir solo, he caído en la cuenta que es el sur, donde
no se debe ir. Salimos, ya ni tienes
sueño. Le pregunto a un negro que parece esperar a uno de los escasos autobuses
si en la gasolinera y el MC hay alcohol, me mira con mala cara y me hace un
gesto que sí, que luego resulta que no, vamos a la gasolinera, hay tres negros
marginales. Damos la vuelta que ni nos sirven, sí si vamos en coche, lo hacemos, pero tampoco.
Un encapuchado se nos ofrece a dirigir a un almacén. Yo no voy, es imposible
que no nos roben salvo que estos barrios dantescos carezcan de toda
personalidad, y gasten toda su energía en negar la estadística. Seguro que
odian a la policía pero no a ese punto de invalidar todo sus estudios. Vuelvo
al motel, las calles son anchísimas. Cuando voy a cruzar vienen dos coches
deportivos haciendo una carrera, se saltan el cruce. Más policía, dos coches
han parado a otro, de repente pasa uno con un rueda en llanta y chispas que mete
más ruido que los aviones, pero le omiten, fer enseguida empezó a hacer las
primeras pirlas. Giros de 180 grados en la misma calle y ayer tomó cerveza en San Diego y condujo. Yo conduje de LA, entrando en zonas costeras hasta San
diego. Dicen que voy muy rápido, pero se conduce rápido. Te pueden adelantar
por la izquierda y por la derecha, luego es divertido y seguro conducir, es
otra mentalidad.
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