Marcuse y Angela Davis
El punto álgido, top, del viaje será San Francisco. Voy a ir
a un lugar con el que soñé de muy joven, gracias a la revista Triunfo que yo devoraba
semanalmente. Desde la lejanía viví a mi manera la contracultura americana. Fue
uno de los veneros de mi formación sentimental cultural (borro intelectual porque era más
burdo que ahora). Los otros, ya totalmente en blanco y negro, opresivos, de
bajas pasiones que sacaban lo peor de uno, eran el independentismo baskisch y
el marxismo comunista. La contracultura americana sirvió de freno para no ahogarte en esas dos cloacas,
llenas de detritus criminales como otros lo hicieron, sumidos sumisos en sumideros dogmáticos de sempiterna grisura, oprobio y rampante ridiculez. Yo ya hacía lo que haría después:
estar en lugares en contra de tus simpatías naturales, tendencias, conexiones espontáneas, hondas simpatías, elecciones del sentimiento.
Lo baskisch no, porque lo había tomado
en el biberón.
De adolescente leía tebeos de los Boinas Verdes en Vietnam y
todas las noticias. Pues me hice totalmente antiamericano como antijudío. El
comunismo obviamente era la URSS, China, Cuba y era un mundo metalizado, de
escasez, opresión, máxima uniformidad, y crímenes industrializados que ya
se entreveían y atufaban por su iniquidad, como habría pasado con
Hitler. Ya me costó salir de esas celdas de basura, excrementos y ratas.
Frente a esos telones de acero, California constituía su
antítesis, el sol. Allí estaba la Universidad de Berkeley con la contracultura
del movimiento hippie, las protestas contra la Guerra de Vietnam, los beatnik
en San Francisco, el orientalismo de Krishnamurti, Adam Watts..., las drogas y la música, los grupos legendarios,
hasta estaban los Beach Boys con el surf; Haigh Asbury era la intersección de
calles donde surgieron los hippies. En California estaba Angela Davis y los Panteras Negras (de
los que yo era muy devoto) y también pero en la cárcel, George Jackson de los
Hermanos Soledad (también Black Panther) y a quien Bob Dylan le sacó una canción.
Davis había sido ayudante del gran alucinado filósofo
alemán, Herbert Marcuse el del “El hombre unidimensional”, en una universidad
de California.
Todas esas influencias te abocan al interés cultural y
sociológico, al pluralismo ideológico, a apostar por la novedad y tener que elegir. Y el color de
una paleta tan polícroma te crea figuras e imágenes, propuestas que ya no pueden agotarse, porque siempre van
a fluir.
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