Según dicen aconteció ayer en Cádiz, y tengo foto de terraza, vergel detrás, gafas de sol y un grupo de amigas en edad de plenitud y ebriedad de la vida, exité (si se me permite el neologismo) sin estar presente. Eso ya es el sumum de todo lo que me ha pasado en la vida, en la que no ocurre casi nada. En la foto inmediatamente he reconocido a la Refinada, que está así siempre: nimbada. La típica mujer que te hubiera estimulado a fundar una familia, o la imagen que te perturbó toda la adolescencia como ideal femenino. Y ahora aparece, en mi declinar pavoroso. Bueno, me da casi igual.
Tuve otra noche exitosa en Cádiz, llegaron ellos y yo percibí, como les ocurre a los perros cuando olfatean la piedad en los humanos en lugar de la crueldad, el punto mágico de que a una mujer, además refinada, muy bella y femenina, no pareces detestar y te presta atención. Entré de maravilla, le pregunté a su marido (alemán para más señas) que religión tenía, a lo que no le dio importancia, en plan laicismo envolvente actual, con lo que no me conformé. Le dije que yo era católico (a los laicos no les hago la más mínima aclaración) y que él tenía alguna, seguramente protestante. Pues sí. Al de diez minutos ya había reeditado la guerra de los treinta años y la Kulturkampf de finales del S XIX completas, entre protestantes y católicos. He tenido la inmensa suerte de conocer empíricamente la idea (nefasta) que tiene los luteranos de los católicos. Parecen considerarlos turcos (türken) o gastarbeiter. No seré yo quien los defienda, mis simpatías religiosas cristianas (por sicológicas y cambio de mentalidad trascendental) recaen en la Reforma. No pensé nunca que los desconsiderasen tanto, cuando son la mitad de la población. Para agotar la religión, no hay nada como la Contrarreforma española desde punto de vista de la estética y la sacralidad, y la combatividad y apetito de poder de los jesuitas. Dos logros inigualables, mágica España. Soy partidario de la curia vaticana, el colegio cardenalicio, los tesoros del Vaticano y lo que me echen, mis únicos enemigos de clase son la teología de liberación, el cristianismo de base y la figura de Jesucristo de todos ellos. Prefiero el Corán, religiones fuertes.
A lo que iba. El alemán (que se tomaba las copas por pares, tenía una en la recámara por si cerraban el bar, y eso que es deportista) tras la catarsis que le había procurado, recapacitó y me dijo que nadie jamás le había hecho esa pregunta. ¿Altura estimada?: Goethe o Freud. Al parecer en la Refinada también, como me parecía percibir. Intentando aparentar desinterés y la más mínima presunción, di algunos datos prosaicos sobre mí: colegio alemán, veranos enteros en Alemania, incluso una cotización escasa de gastarbeiter y luego me imagino que una ristra de nombres propios de germanista de saldo y ocasión. Cuando podía hablaba con la Refinada. Luego se le brindó la leyenda a cargo de las recién regresadas de Tenerife, en la época en que florece aburrimiento y aburridos al alimón. Dice que cuando vaya a Cádiz ella se viene de Alemania, entonces yo les llevaría a todas ellas a la Russian white para agrandarme y corroborar mi implacable éxito. Con las mujeres, quitando a la la mujer-hombre y con el Pueblo. A todos hay que comprarlos, pero bueno, la última vez no puede invitar a nadie y eso que lo intenté.
Lo más destacado de aquella noche que estuve enjundioso y locuaz, es que fui de ilustrado. Pero el arsenal en que tengo depositada toda mi autoestima es en la graciosidad, en que soy gracioso, ingenioso y divertido, y un punto chocante. Armas que me fue imposible utilizar. Iba en plan educado y atento, que desde hace unos dos o tres años lo atribuyo a mis padres, a lo recibido. Entre otras cosas por las que me perdí durante una vida entera fue en el anticonvencionalismo militante, ya digo hasta hace nada, que me descubrí bien educado por mis padres. Asunto distinto es que sea capaz de comportamientos extremos, de lo que están al tanto mis enemigos de clase.
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