domingo, octubre 25, 2015

Eguiar Lizundia, analista político

Había empezado a escribir sobre las lluvias torrenciales de estos días en los campamentos de Tinduf y de los amigos hispanos de los saharuis refugiados, que no son todos. No hay pueblos-uno, pero como me he visto utilizando los mismos argumentos y denuestos (contra los amigos hispanos) de siempre,   me he censurado. Y así se ha producido esta conexión.
El gran valor que tiene Eguiar Lizundia como analista política en sus artículos en Vozpopuli, y antes en otros medios, es que jamás va a decir algo ya dicho, o hacer variaciones sobre un mismo tema con toda la ristra de lugares comunes, estereotipos y demás que eso supone. Siempre va a ofrecer un planteamiento propio, personal, distinto, un ángulo que desconocíamos o enhebrar argumentos en los que no hubiéramos reparado, con un aparato teórico de gran solidez y desde una perspectiva muy amplia y cosmopolita. Lo que es compatible con dominar la información que hay en España, para superarla. Se le nota muy cómodo desde el lugar del que escribe. Es como un francotirador con instinto para buscar la mejor posición. En su trabajo porfesional puede estar encuadrado en una brigada de caballeria o artilleria, pero en el análisis político periodístico no solo tiene su propia voz, que sin duda la tiene, que llega a ser estilo, sino una perspectiva que supone un concreto punto de vista. Por supuesto que tiene sus ideas políticas o sabe de la infranqueable frontera que existe, como señaló Raymond Aron, entre lo más conveniente y lo aborrecible, pero nada más. No salta al ruedo periodístico para defender propuestas políticas partidistas, sumar quorum de ocasión y actualidad, multiplicar ecos, coincidir con lo mayoritario en cada momento. No escribe por escribir, no tiene ninguna urgencia, ni ansia a pesar de su juventud sabiendo que sus artículos inmediatamente se van a publicar junto a primeros espadas de la información, el mundo profesional o la política.
Le escribí tras su último artículo, pero me ha dicho hace una hora ya dentro del avión, volvía a Bogotá desde Washington, que no recibió ese correo en el que por una vez actuaba como padre (le ha hecho gracia). Le puse que no sabía de donde sacaba tiempo para escribir tan académico y que dignificaba sus estudios de políticas. Y concluía: si hubieras estudiado derecho o económicas, no escribirías, olvídate.




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