Apartado uno. Al parecer la graduación de Espi fue una gran fiesta. Todos
emocionados nos cuenta E, que por fin llamó anteayer. La vez anterior fue hace unos
15 días. Le pregunto por el viaje a Islandia. Es como Taganana o Garachico pero con frío, donde del anochecer se pasa directamente al amanecer, sin noche, ¿no me
preguntas por la graduación de Espi? Sigue emocionado y admiran vivamente a
ella, S y él, que se lo pasaron genial, Borja le ayudó a Espi a bordar su discurso. Borja es nuestro héroe,
periodista y filólogo hebreo, que presentó el sangeet, ahora trabaja en Praga para una gran marca de
cervezas y viaja por todo el mundo.
El pasado martes Rosita
y Fer les invitaron a cenar en Washington, les llevaron a un
restaurante a orillas del Potomac, salían a fumar Rosita y Fer (tabaco), se
cambiaban de sillas y al parecer los camareros estaban locos. ¿Alcohol? Espi en
Filadelfia genera filias y fobias, los hispanos le reprochan que se apoyó en
ellos para salir delegada y que luego se pasó a los asiáticos, lo que reconoce. En Oklahoma donde hizo un curso de bachiller, salía con las
negras y en Santa Cruz con las pijas. E
y S que son cosmopolitas empíricos, no daban crédito al crisol de razas que se
reunieron tras la graduación. El personaje Espi, se funde en un interminable
abrazo con besos que no acaban nunca con una
policía negra e inmensa de la universidad. Así es nuestra Espi.
El amigo vasco de E, Gaztelu es uno de los meses de julio
adolescentes en Dublín, Edimburgo, Londres… que está ahora en el banco mundial,
no va ir con él a ver la final del Athletic Club de Bilbao, porque se va a coger olas a Carolina
del norte. Al fin de semana pasado se quedó solo en el agua y salió, ¿por miedo
a un jamacuco? le pregunta E. No, porque había tiburones blancos, que los
tienen medio localizados, si hay muchos surferos no suelen atacar, pero si estas solo, sí y no tenía ni idea.
E. se va ahora tres semanas a Colombia y está mirando para
irse un fin de semana a unas islas
frente a Nicaragua. Cuidado, que ha
vuelto la guerrilla, me atrevo a aventurar, “allí no, y tú no me vas a informar”.
Glub.
Apartado dos. Mi vida y mis viajes distan mucho de los de
mis hijos (S. estuvo hace unos días en Méjico en una despedida), mi sobrina y amigos. Ya tengo mi planning vacacional que
es incondicional. Yo y mis circunstancias, no al revés.
A finales de julio vamos con nuestros hijos a Bilbao,
MH ha organizado una comida con todos
nosotros, que afortunadamente somos pocos: qué veranos (agosto) deliciosos,
todos juntos en la misma casa: abuelos, hijos y nietos. Todo era soleado, benigno,
amable, con viajes de una semana fuera
nosotros y vuelta. Los niños al poco se van a Londres a una boda. XY ha de regresar.
Iré a Malacitania, autobús a Madrid y tren a Málaga. Me
apetece muchísimo estar con Serena y Al. Decía como chiste que he veraneado
toda mi vida en la Costa del Sol, pero
el hecho cierto es que la mitificada Mundaka, esa sí de toda la vida, se ha desvanecido
por completo desde hace años frente al sur.
Prefiero Fuengirola, me siento muchísimo más a gusto que en el norte.
Ahora el vínculo es aún mayor, allí se casaron mis hijos y allí preparamos la
boda en tres viajes previos, aunque yo en
realidad no preparase mucho.
La familiaridad con Fuengirola y Málaga, el tren de
cercanías, el Thyssen, la playa de la Malagueta
donde ver tías buenas, como el viejo
insuficientemente verde que soy, la
franquicia del Pompidou y antes de coger
el tren el museo de arte contemporáneo y su cafetería.
Estaré unos cinco días. Pretendo ir a Ceuta 10 años después
de mi primer viaje. Aquella vez con dos cervezas –tomadas en el barco- por toda base nutritiva subí al monte Hacho, desde la cota del mar y
le di la vuelta. Regresé a Ceuta y en la
primera tienda que vi compré chocolatinas y "fantas" naranja. Me siento viejo
para repetirlo, no porque no pudiese hacerlo, que estoy persuadido de que sí, sino por falta
de estímulos. Esas metas físicas ya no las tengo. Podría ocurrir que fuera a morir
a Ceuta, como lo tenía pensado antes de Baltimore. Pero mi idea en relación a
Ceuta era ir solo, pobre, enfermo y
derrotado, no como deportista de parada cardiaca.
De Ceuta me iré a Cádiz. No sé si alquilar un coche en
Algeciras para entrar en la playa de Bolonia, conocer Barbate (¿Paquirri?) y Zahara de los atunes y recordar Conil.
En Cádiz no sé tampoco si alojarme en la zona de “Burgos” o ir a una habitación
de alquiler dentro de las murallas. Por supuesto, iré a ver a la Rusa Blanca y a todos los amigos
que hice, que me permitieron les invitara ¡cuánto me gusta ese espíritu
andalusí! (los tontos de Las Arenas te invitan a otra ronda si les invitas) de
pura consideración a mi persona. En otro caso dudo mucho que aceptaran ser invitados, les sobra orgullo,
la vida para ellos son formas muy exigentes ajenas a todo interés o resultado fácil, pero yo lo logré. En Cádiz ocurre otra cosa,
que se me tiene por un tipo directamente interesante. Una especie de testigo de
Jehová para quienes ansían el máximo rigor y orden, y odian
la vida terrenal. No pasaré un domingo en Cádiz, ni hablar.
Sí pasaré un día y una noche en Sevilla, en el mismo hotel
e iré a los mismos bares. Creo que también dejé algún amigo. Si no me las
apañaré como pueda.
Hace tres semanas en el bar de copas de moda de Las Arenas,
donde también se come, cerca de casa, fuimos los tres a última hora a tomarnos algo. El primer día no pasó nada,
pero el segundo un camarero –emigrante por supuesto, mis preferidos- se dirige
a mí con una simpatía inusitada, una celebración, me dice “usted, esas
señoras y un chico estuvieron sentados en aquella mesa hace dos meses, ¡cuánto
me reí!”. Por eso conjeturo que seré bien recibido en Al Andalus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario