domingo, mayo 31, 2015

Plan de vacaciones y graduación de Espi

Apartado uno. Al parecer la graduación de Espi fue una gran fiesta. Todos emocionados nos cuenta E, que por fin llamó anteayer. La vez anterior fue hace unos 15 días. Le pregunto por el viaje a Islandia.  Es como  Taganana o Garachico pero con frío,  donde del anochecer se pasa directamente al amanecer, sin noche, ¿no me preguntas por la graduación de Espi? Sigue emocionado y admiran vivamente a ella, S y él, que se lo pasaron genial, Borja le ayudó a Espi  a bordar su discurso. Borja es nuestro héroe, periodista y filólogo hebreo, que presentó el sangeet,  ahora trabaja en Praga para una gran marca de cervezas y viaja por todo el mundo.
El  pasado martes Rosita y Fer  les invitaron a  cenar en Washington, les llevaron a un restaurante a orillas del Potomac, salían a fumar Rosita y Fer (tabaco), se cambiaban de sillas y al parecer los camareros estaban locos. ¿Alcohol? Espi en Filadelfia genera filias y fobias, los hispanos le reprochan que se apoyó en ellos para salir delegada y que luego se pasó a los asiáticos, lo que reconoce.  En Oklahoma donde  hizo un curso de bachiller, salía con las negras y en Santa Cruz con las pijas.  E y S que son cosmopolitas empíricos, no daban crédito al crisol de razas que se reunieron tras la graduación. El personaje Espi, se funde en un interminable abrazo con  besos que no acaban  nunca con una  policía negra e inmensa de la universidad. Así es  nuestra Espi.
El amigo vasco de E, Gaztelu es uno de los meses de julio adolescentes en Dublín, Edimburgo, Londres… que está ahora en el banco mundial, no va ir con él a ver la final del Athletic Club de  Bilbao, porque se va a coger olas a Carolina del norte. Al fin de semana pasado se quedó solo en el agua y salió, ¿por miedo a un jamacuco? le pregunta E. No, porque había tiburones blancos, que los tienen medio localizados, si hay muchos surferos no suelen atacar, pero  si estas solo, sí y no tenía ni idea.
E. se va ahora tres semanas a Colombia y está mirando para irse un fin de semana a unas  islas frente a  Nicaragua. Cuidado, que ha vuelto la guerrilla, me atrevo a aventurar, “allí no, y tú no me vas a informar”.  Glub.
Apartado dos. Mi vida y mis viajes distan mucho de los de mis hijos (S. estuvo hace unos días en Méjico en una despedida), mi sobrina  y amigos. Ya tengo mi planning vacacional que es incondicional. Yo y mis circunstancias, no al revés.
A finales de julio vamos con nuestros hijos a Bilbao, MH  ha organizado una comida con todos nosotros, que afortunadamente somos pocos: qué veranos (agosto) deliciosos, todos juntos en la misma casa: abuelos, hijos y nietos. Todo era soleado, benigno, amable, con viajes de una semana fuera  nosotros y vuelta. Los niños al poco se van  a Londres a una boda. XY ha de regresar.
Iré a Malacitania, autobús a Madrid y tren a Málaga. Me apetece muchísimo estar con Serena y Al. Decía como chiste que he veraneado toda  mi vida en la Costa del Sol, pero el hecho cierto es que la mitificada Mundaka, esa sí de toda la vida, se ha desvanecido por completo desde hace años frente al sur.  Prefiero Fuengirola, me siento muchísimo más a gusto que en el norte. Ahora el vínculo es aún mayor, allí se casaron mis hijos y allí preparamos la boda en  tres viajes previos, aunque  yo en realidad no preparase mucho.
La familiaridad con Fuengirola y Málaga, el tren de cercanías, el  Thyssen, la playa de la Malagueta donde ver tías buenas, como el  viejo insuficientemente  verde que soy, la franquicia del Pompidou  y antes de coger el tren el museo de arte contemporáneo y su cafetería.
Estaré unos cinco días. Pretendo ir a Ceuta 10 años después de mi primer viaje. Aquella vez con dos cervezas –tomadas en el barco-  por toda base nutritiva subí al monte Hacho, desde la cota del mar y le di la vuelta. Regresé  a Ceuta y en la primera tienda que vi compré chocolatinas y "fantas" naranja. Me siento viejo para repetirlo, no porque no pudiese hacerlo,  que estoy persuadido de que sí, sino por falta de estímulos. Esas metas físicas ya no las tengo. Podría ocurrir que fuera a morir a Ceuta, como lo tenía pensado antes de Baltimore. Pero mi idea en relación a Ceuta era ir  solo, pobre, enfermo y derrotado, no como deportista de parada cardiaca.
De Ceuta me iré a Cádiz. No sé si alquilar un coche en Algeciras para entrar en la playa de Bolonia, conocer Barbate (¿Paquirri?) y Zahara de los atunes y recordar Conil. En Cádiz no sé tampoco si alojarme en la zona de “Burgos” o ir a una habitación de alquiler dentro de las murallas. Por supuesto, iré  a ver a la Rusa Blanca y a todos los amigos que hice, que me permitieron les  invitara ¡cuánto me gusta ese espíritu andalusí! (los tontos de Las Arenas te invitan a otra ronda si les invitas) de pura consideración a mi persona. En otro caso dudo mucho que  aceptaran ser invitados, les sobra orgullo, la vida para ellos son formas muy exigentes ajenas a todo interés o resultado fácil,  pero yo lo logré. En Cádiz ocurre otra cosa, que se me tiene por un tipo directamente interesante. Una especie de testigo de Jehová para quienes ansían el máximo rigor y orden,  y odian  la vida terrenal. No pasaré un domingo en Cádiz, ni hablar.
Sí pasaré un día y una noche en Sevilla, en el mismo hotel e iré a los mismos bares. Creo que también dejé algún amigo. Si no me las apañaré como pueda.
Hace tres semanas en el bar de copas de moda de Las Arenas, donde también se come, cerca de casa, fuimos los tres a última hora  a tomarnos algo. El primer día no pasó nada, pero el segundo un camarero –emigrante por supuesto, mis preferidos- se dirige a mí con una simpatía inusitada, una celebración, me dice “usted, esas señoras y un chico estuvieron sentados en aquella mesa hace dos meses, ¡cuánto me reí!”. Por eso conjeturo que seré bien recibido en Al Andalus.


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