Visité en Cádiz la catedral antigua y la nueva. Gracias a la
visita de la primera tuve el único momento, un descuido en realidad, de
reflexión en el breve tiempo gaditano. La villa invicta y leal. Yo hubiera
añadido cortesana también, para más halo, turbación y equívoco. El resto fue disipación, penumbra. Seguramente
participaba del ambiente que allí reinaba, antes del domingo previo al de
Ramos, citando nuevamente al taxista dueño de la expresión, con las iglesias
llenas de pasos de semana santa que abrillantaban y alguna hornacina y peana
vacías ya que habían enviado las tallas
a hospedarse como pudieran en los pasos.
Los cofrades miraban desde las alturas como si fueran arrebatados émulos de Santa Teresa de Ávila y
Jesús, Fray Luís de León o San Juan de la Cruz, en trance de dignificación
extrema de las ocupaciones más menesterosas.
Ante la catedral y en muchos lugares ya tenían todo
dispuesto para la semana santa haciendo gala de mucha previsión y planificación. Por momentos me evocaba Turingia o Baviera, a lo que la climatología acompañaba mucho.
La catedral de mediados de 1800, la oficial, tenía redes
como los circos, por si estucados revoques y piedras se tiraban del trapecio por la falta de sincera piedad
de los turistas. Una catedral de esas dimensiones en el promontorio atlántico
dice más del ser humano y su creación: Dios, que toda la filosofía escrita
desde los presocráticos en adelante.
Pero el episodio reflexivo sobrevino en el interior de la
antigua catedral, ahora Parroquia de Santa Cruz. El exterior es directamente
inverosímil. Pero el interior es completamente canario: Paredes blancas,
columnas y arcos de medio punto y piedra color tostado, cruceros, retablos
barrocos, mucho pan de oro y tres naves.
Faltaban los artesonados. Parecía una
iglesia canaria, que no tenía nada que ver con otras que visité. Nada
más regresar a Bilbao me metí en google Wikipedia, para confirmar mi fino sentido
del arte. Pero en absoluto se establece
esa relación. Como quería que mi presunta sensibilidad artística tuviera algún viso de realidad, busqué “iglesias canarias y antigua catedral Cádiz”.
Tampoco. Ni una sola conexión. Lo más que llegué a ver es que se trasplantó a América latina,
que más tarde tampoco lo encontré.
Llego aquí y mi empresa I+D+I - technology park me inquiere
sobre un asunto del año 2002, que le han planteado a ella directa y casualmente. Es tal el acoso
que voy acabar llamando al 091. Es la primera cita que me pasan en más de un
año. Por si delinquí, digo yo, hace 13 años.
Al final y por mucho que me embrutezca voy a ser el único
ensayista de sindicalismo de España. Al margen doctorandos y sus recuentos y
cuentos. Reconocido ya estoy, no es nada difícil. A costa de otras proyecciones
más sugestivas. En Bilbao me compré “La condición obrera “ de Simone Weil. Lo
que hay que hacer.
1 comentario:
De Simone Weil trató no hace mucho una de las charlas de Ivan.
Le animo a ir. La próxima es el primer miércoles después de Semana Santa.
Salu2
EDH.
Publicar un comentario