Hace poco el clásico taxista filósofo me decía que ahora se
sabe todo de nosotros (siempre he respetado mucho los rasgos paranoides de la
personalidad humana), a lo que respondí que gracias a nosotros y Facebook,
instagran, redes… Es muy ridículo que
una sociedad absolutamente exhibicionista, que da cuenta de cada segundo de su
existencia, se ponga después recatada, pudorosa y precavida.
Yo no me puedo sentir perseguido u observado por el poder o
poderes ocultos, que no deja de ser el
ojo de dios en el triángulo de la sagrada escritura o de la antigualla de la
masonería, ya que en todo caso yo soy
quien les incito, con plena conciencia
de que no les intereso absolutamente nada –si quitamos al saltimbanqui-, ¡ya me gustaría!
Tengo google atestado de mí para nada. Lo bueno de la falta
de privacidad es que lo (hecho) público
ha devenido en completamente irrelevante, cansino y aburrido. Se podría
decir que la forma de preservar la intimidad es hacerla exacerbadamente pública y conocida.
Transparente y obscena (Braudillard), que es cuando se ansía el misterio y la
ocultación. La sugerencia, la sutilidad.
Ahora mismo estoy recogido en mi vida más personal, o en
parte de ella, en trances biográficos comunes pero excepcionales, sobre lo que
evidentemente no escribo. No somos tan fuertes –¡ni yo!- para mostrarnos de
verdad. Afortunadamente sabemos respetarnos a nosotros mismos.
Ayer le admití a mi hermana que habíamos recibido muy buena
educación, y que nuestros hijos también la tenían (convenimos).
Vas con mi hermana y como te distraigas no pagas
absolutamente nada. Vas con mi hermano y ya para desayunar te pide solomillo
con patatas fritas, porque interpreta que esa
ronda es tuya.
1 comentario:
"la falta de privacidad es que lo (hecho) público ha devenido en completamente irrelevante, cansino y aburrido"
cierto, no podemos digerir tanta demasiada información
salu2 EDH
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