Un bloguero no puede dedicar el tiempo sólo a Walter
Benjamin, el judaísmo y especulaciones genéricas, por cuanto está atravesado de
realidad, de vida empírica.
Siempre le pregunto a mi hermano por mis artículos para recibir
su lanzallamas de elogios. Sobre el último me dijo: “lo tuyo con el marxismo es
algo enfermizo del que no te has logrado todavía desprender, todo lo tienes
que entender en términos de desarrollo de fuerzas productivas, causas
económicas objetivas, etc.”
Mi hermano que no es precisamente marxista, lo ha estudiado
y lo conoce muy bien, como el cuádruple de un sindicato entero.
Hay comprensiones o explicaciones socioeconómicas que para
mí deben ser en parte en términos marxistas, de lo que siempre soy consciente y
así supongo creo algunas sorpresas en el lector.
Dado el panorama actual de progresismo buenista, sentimental-lacrimógeno
y profundamente ignaro, indocumentado y cursi, haber sido marxista viene a representar el ostentar un título de nobleza inglés. Como
ando todavía preambular y para apurarlo,
señalar otra acreditación que no puedo demostrar por completo.
Arriba mi tarjeta de la seguridad social de mi época de
proletariado industrial clásico, o sea de sujeto y vanguardia de la Revolución.
No he encontrado donde figuraba mi condición de peón, que se trataba del punto,
pero sí la fábrica.
Nunca la tuve físicamente creo, pero sí estuve afiliado a la seguridad social alemana, muy poco pero
estuve, que me gustaría pedirla, pero no
sé dónde. Por si puedo votar a Merkel más que nada. Ya
he preambulado demasiado, quien quiera más que lea mi último libro.
A lo empírico, “zu den leben” parafraseando a Husserl.
El próximo mes de abril un gran hito en mi vida, todos los días del mes, o
juicios o conciliaciones, no sé si me han puesto hasta sábados. Necesito comprarme camisas para tantos actos.
Me temo que voy a pasar a una situación muy enojosa: la de requetevisto. En lo
que va de año cuando voy al SEMAC me dicen ¡hombre!, como si viviera allí. Se
van a enterar en abril. Igual tengo que ir con saco de dormir y un bol (creo que se dice así, había puesto fiambrera pero me parece muy longevo y de la construcción). Lo
mismo que a los juzgados.
Menos mal que llevo más de un año acostumbrándome. En mi empresa sindical la
situación es mucho más intensa, parece cirugía de campaña. Llego a las tardes y
el pasillo lleno de gente esperándome, infinidad de llamadas telefónicas, la
secretaria molestándome con la agenda, me han puesto tres ya. Y todos los
compañeros encima de mí para que les
cuente cosas y divierta. Cuando llegas a un punto tal de trabajo te
insensibilizas y a veces parece que estuvieras de vacaciones pagadas. Es por el
trabajo que me sobrecargan, pero como
fui marxista y proletariado industrial (que ellos, ninguno, ni muchísimo menos), lo llevo de
maravilla.
Un día escribiré para
algún master de administración de empresas la historia de las bandejas
inteligentes del sindicato. Me nutro de todo. Resulta que la realidad era
susceptible de cotejarse empíricamente ¿o no habíamos caído?
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