lunes, marzo 30, 2015

La expiación de la culpa

Mientras el viernes el mundo escuchaba a Schubert, y yo decidía no ir a cenar tras el concierto, encontré en la televisión la II Guerra Mundial, en la que invariablemente me detengo, si no hay comedia romántica de  por medio.  El programa era sobre  la culpa de los alemanes por el nazismo y confirmaba lo que ya sabía: de culpas nada en la generación de la guerra. Como habían sido derrotados militarmente, no les quedaba otra que mantener el pico cerrado. En la pequeña Fulda donde pasé dos veranos en mi niñez, había en un escaparate fotos de la ciudad destruida, salvo la catedral de San Bonifacio (que era el nombre de mi colegio en  Bilbao), por los bombardeos aliados, que yo  siempre me paraba a mirar. Era una queja demostrativa de lo que se había hecho con ellos (¡pobrecitos!), no aparecían personas, y ¡cuidado que tenían fotos para poder exhibir de sus víctimas! Nunca nadie habló de nada, salvo del miedo a los rusos, coincidí con el levantamiento del Muro. Pese a mi edad yo ya había visto fotos de los judíos en los campos en un libro de mi padre, con el que me quedé.    

Aparece en el programa la sobrina nieta (bueno, un parentesco de esos de  más de un nombre) de Göering. El silencio de su familia, el querer pasar página, “las guerras son las guerras” y demás ocultamientos, determinaron en ella la sospecha primero  y después el descubrimiento del horror mayor de la humanidad, en el que su antepasado había tenido especial protagonismo, que superó al de los aztecas  (que también salió en el mismo canal).
Así como no hubo el más mínimo conato de arrepentimiento y contrición en la generación de la guerra, sí hubo la vergüenza extrema de las generaciones  venideras. En Alemania no se producen ataques ni profanaciones contra la pequeña comunidad judía.
Los alemanes han llegado a odiar el nacionalismo. Según nuestra Juliane, le sorprendió horrores ver banderas alemanas colgadas en las casas hace unos años por algo deportivo que ganó Alemania.
Bueno en realidad era de esto de los que quería escribir. Sale un hombre de mediana edad, atractivo, que habla mucho  de emociones (de su represión en la educación y en muchas familias alemanas), relación con el padre, ambiente en casa, silencios cuando no ya orgullo por lo ocurrido, que revelan en él  tanta sensibilidad como determinación y carácter.  A ver si aquella va  a ser la catalizadora de éstas.
Por Internet descubrí que la historia era peor  a  lo que contaba. En el sótano de su casa encontró una foto del  héroe que atentó contra Hitler, Stauffenberg (que interpreta Tom Cruise),  que enseñó en casa, foto que su padre rompió indicando que era un traidor el que quiso acabar con Hitler. Vivía en esa misma casa familiares del héroe prusiano, con quienes tenían prohibido hablar. Años 60 y 70 del siglo pasado. El padre, la madre y hermanas de este joven seguían siendo antisemitas. Cuando los fedayín palestinos asesinaron  a 12 atletas israelíes en las olimpiadas de Munich de 1972 en los medios se dio una suerte de catarsis, ya que a gran parte horrorizó masacres de judíos en su territorio aunque no fueran los alemanes quienes esa vez las cometieran.

Nuestro hombre de mediana edad en la televisión abrazó el judaísmo, donde no es nada fácil entrar y se fue a Israel. Antes se había negado servir en el ejército alemán que era en el que le correspondía, por ser el ejército de su padre, sus amigos y los nazis. Peros sí sirvió en el Tzahal o   ejército israelí durante  dos años como capitán médico. 

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