Zamalloa
Lizundia
De tendencias pequeñoburguesas y contrarrevolucionarias,
siempre fui consciente de mi
homogeneidad étnica y sociológica. Más que pequeñoburgués era tautológico, aunque
no subjetivamente, que seguramente también, sino objetivamente.
Enterramos cristianamente a mi madre en Derio, el cementerio
de Bilbao, nos abrieron el féretro antes de introducirla en el panteón y mi
primo Josu le dio un beso en la frente, yo le acaricié las manos y la cara y
también la besé, siguió XY y mi sobrino pequeño, tras un breve responso. Eché
en falta algún conciso comentario de mi madre. Por ejemplo: “Ya estás aquí, insustancial” o “a buenas horas llegas”. Comprobé cómo tengo totalmente
olvidado el padrenuestro y toda la dialéctica litúrgica, pero para eso estaba
mi primo, el mayor de los Zamalloa, de misa diaria en el colegio, como si nada. Sector que
acude al funeral y comulga.
El panteón de los Zamalloa está cercano al de los Lizundia, entre ambos figuran mis 4 primeros
apellidos vascongados.
Mi madre ya está con
sus padres, hermanos, cuñadas. Sin embargo mi padre, no, ya que se omitió y no
está con los lizundias. Sus cenizas se aventaron en varios lugares, entre otros
en Urkiola, basílica de actos familiares, boda de mis padres, bautizo hijo de no casados entonces por la
Iglesia. Pero el clero secular vasco, pasado por Colombia, está para saltarse
todo el derecho canónico a la vez y de golpe.
Compruebo en el panteón de los Lizundia que mi tía Ángeles
murió el año pasado –este sector primos ni avisó- a los 103 AÑOS, como Ernst
Jünger. El panorama es aterrador: mi abuela Encarna a los 84, mi abuelo Carlos a los 93, la monja
de clausura allí no figura, mi tía Mari Carmen, con su buena añada, sigue
vivita y coleando. Menos mal que equilibran mi tío y mi padre, ambos a los 70
años. Con mi tía Ángeles me sale un saldo
más que deudor.
Parte de las cenizas de mi padre reposan en el cementerio de
Mundaka, en una suerte de túmulo minúsculo obra de mi sobrino, quien con un
amigo puso un par de piedras que asemejan un dolmen, y que quedan muy
prehistóricas según las fotos que me
enseñó.
En cuanto a mí, voy a seguir el camino de mi padre. Si hace
años pretendía ir a morir a Ceuta, ahora
me gustaría morir asesinado a la edad de 78 años en alguna reyerta en un bar
del puerto de Baltimore (Maryland) acompañado por Fer. Viviendo en un velero.
Motivo, pues un malentendido, una mirada torva, un par de copas de más. En
ningún caso nada heroico o con sentido, ya que sería la forma perfecta de casar hondura metafísica con relato
literario. Fer debería sobrevivir para poder dar parte al Consulado y mis cenizas ser espolvoreadas por la
bahía de Chesapeake en la desembocadura
del Potomac. En homenaje naturalmente a la Guerra de Secesión y el bloqueo de
los nordistas del acceso a Washington.
1 comentario:
Descuide a los 78 años nadie le va a asesinar por una mirada torva. Pensarían que esa mirada torva es por degeneración macular.
Si quiere morir d eforma exótica a esa edad , piense en algo más real como caerse por las escaleras del baño en un bar del mediooeste mientras Fer (¡ese sí!) con sus 80 años intenta ligarse a una jovencita de 54 años con todo operado , teñida y 8 implantes dentales.
Salu2 EDH.
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