En mi nueva etapa de articulista de prensa, no pude tener
mejor comienzo, una editorial del periódico reproducía dos o tres frases de un artículo mío. Al poco un familiar de un
gran científico y pensador canario me agradecía
lo que había escrito sobre él en un extenso artículo que tituló
precisamente “agradecimiento”.
Lo malo de este periódico es que puedes conocer las veces
que se han pinchado tus artículos, y son centenares, una barbaridad. El hermano
de una grandísima amiga mía (Rosita) le dijo que le encantaban mis artículos aunque no los entendía
–es farmacéutico- y que era muy culto. Mi hermano rápidamente intervino “ si en prensa es verdaderamente didáctico... casi
elemental”.
Me cotejo, y me veo un poco rara avis. Como escribo sin
encomendarme ni a Dios o el Diablo, me digo,
iré chocando por un motivo u otro hasta desaparecer o aburrir.
Pero hoy he comprobado conturbado que mi último artículo no
está siendo tan masivamente leído como
el anterior. También pensé: cocinar a Carl Schmitt con la Cataluña salafista,
está poco menos que contraindicado. Demasiada torsión. La idea (Schmitt) no fue mía pero
todo su desarrollo sí. Entre otras cosas porque he leído al autor y conozco
bastante su pensamiento. El anterior era local, que cuando lo abordo lo toco
muy de pasada y sin citar un nombre
propio. No va por ahí mi interés. No me imagino opinando de Paulino Rivero, por
ejemplo, ni de consejeros, que no conozco ninguno.
Después de años sin abrir un solo digital local, ahora hojeo
la opinión de todos. En la "opinión" como
en los tertulianos, los políticos hay
mucho ruido. Es muy difícil tener algo singular
que decir, darle vuelta a las cosas, a lo manido, previsible, esperado, al punto de vista mayoritario que
flota en el ambiente, que obviamente es el más agradecido.
A veces son como
muestras retóricas de adhesión a lo ya bendecido y jaleado. Dejé de leer los
digitales estos cuando me encontraba con panfletillos tipo Facebook donde todo son loores a gente tan Lorenzo el
magnífico como Garzón y tipos de esa ralea. O la memoria histórica.
La opinión de la gente en general a mí no me interesa lo más mínimo. Cuando me
interesa pregunto directamente. En casa lo hago. Cuanto más enjundiosa sea al opinión pancarta
más la desoigo. Nunca participo, cuando lo hago, es como casus belli.
Lo que si me gustan son los análisis de los que se prodigan
poco, no como yo, y cuando hablan es porque nos van a decir algo que no habíamos
escuchado. Suelen dominar temas. Porque sabemos que hay un punto de vista muy personal, que es una
reflexión sobre un hecho nueva, distinta. Muy sustentada.
El análisis o la reflexión está perfectamente
estructurado, cada argumento está encadenado
al de antes y después, hay un foco de luz que alumbra el detalle o lo lateral
que es justamente lo que cobra un significado luminoso que induce a captar un valor nuevo.
Las opiniones para su validez han de ser al menos jugosas,
refrescantes, bien humoradas o provocadoras… todo lo demás no interesa,
pero si lo que contiene un análisis
solvente y personal o una reflexión lateral pero incisiva.
Lo malo de la opinión es que casi siempre es coral, es
opinión común, es ruido, salmodia, incluso falsa arenga
2 comentarios:
Yo he reenviado su artículo a un par de amiguetes y le ha parecido lo mismo que a mí: esclarecedor.
Salu2, EDH.
Ayer se volvió a reservar, estuvo bien el encuentro en nuestra sede del Oliver
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