sábado, octubre 12, 2019

Peter Handke, la más rutilante estrella de los austriacos de posguerra

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Es el Pío Baroja de mi adolescencia, aunque lo he leído mucho más. De Pío Baroja leía siempre las mismas novelas de tema vasco cuando íbamos de veraneo y me las encontraba. Con Handke ha sido comprar todo lo que encontraba, y era mucho más fácil (más presente) antes que ahora. Como he contado, dejé de leerlo cuando publiqué un pequeño ensayo sobre él. Nunca lo leí pensando escribir algo, pero pasó. Exactamente igual que con Ernst Jünger.
Handke me ha dado una forma de ver el mundo y la vida, descubrí en él una suerte de alma afín, que poetizaba la vida lateral, menor y más personal.  Gracias a él, aunque me pilló mayor he logrado, siguiendo sus sensibilidad  y conectando con su permanente estado de trance (autoinmersión en su cosmovisión literaria), que determinados ámbitos, en principio incompatibles con la literatura la rezumen al teñirse de literarios, como grandes superficies, autopistas iluminadas, lindes de las ciudades, cosas y ambientes ordinarios donde la individualidad es contrastada.    No he encontrado en otro autor llegar a cotas tan altas de hacer del mundo literatura pura, de transformarlo al crear esa visión, como una metafísica literaria, que descubre otra verdad más  sentida y concerniente, la vida individual pura e inmediata. El mundo ocultaba su naturaleza  literaria, que como en la tradición romántica venía a ser su espíritu.
Del único texto que escribí y que me falta -.tengo otro que publicado en una revista que no tengo, pero que ni me acuerdo de que iba- es uno de Handke y su generación. Con poco esfuerzo conseguí establecer los elementos comunes de un grupo de escritores austriacos de posguerra.
Eran  Elfriede Jelinek, encima Nobel,  Thomas Bernhardt, Ingebor Bachman o Erich Hackl, escritores de rebote, repelidos por otras inclinaciones artísticas, de procedencia rural y de ascendencia comprometida. 

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