Handke me ha dado una forma de ver el mundo y la vida, descubrí en él una suerte de alma afín, que poetizaba la vida lateral, menor y más personal. Gracias a él, aunque me pilló mayor he logrado, siguiendo sus sensibilidad y conectando con su permanente estado de trance (autoinmersión en su cosmovisión literaria), que determinados ámbitos, en principio incompatibles con la literatura la rezumen al teñirse de literarios, como grandes superficies, autopistas iluminadas, lindes de las ciudades, cosas y ambientes ordinarios donde la individualidad es contrastada. No he encontrado en otro autor llegar a cotas tan altas de hacer del mundo literatura pura, de transformarlo al crear esa visión, como una metafísica literaria, que descubre otra verdad más sentida y concerniente, la vida individual pura e inmediata. El mundo ocultaba su naturaleza literaria, que como en la tradición romántica venía a ser su espíritu.
Del único texto que escribí y que me falta -.tengo otro que publicado en una revista que no tengo, pero que ni me acuerdo de que iba- es uno de Handke y su generación. Con poco esfuerzo conseguí establecer los elementos comunes de un grupo de escritores austriacos de posguerra.
Eran Elfriede Jelinek, encima Nobel, Thomas Bernhardt, Ingebor Bachman o Erich Hackl, escritores de rebote, repelidos por otras inclinaciones artísticas, de procedencia rural y de ascendencia comprometida.
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