Fui invitado a otro coloquio internacional de escritores y
académicos en Smara (Sáhara marroquí) -que conocí en el anterior viaje-, situada en medio del desierto, ahora
con pocas horas de luz y mucho frío y un
lugar indiscutiblemente muy aburrido, mientras que en España todo el mundo está
en la calle y de fiesta. Rechacé la invitación –empieza mañana-, no había
cerveza ni vino y no pensaba estar a mi
edad tomado té tumbado. No gracias. Tampoco me interesaba verdaderamente
–estuve en un coloquio internacional en Abril, estar en dos sin ningún
currículo que hacer, es algo perfectamente evitable. Pero sí me dio que
pensar. Yo no prescindo de mis pequeños placeres que solo me incumben a mí y no
afectan a nadie, aun menos a estas alturas plácidamente invernales de mi vida. Hay
un principio de libertad que es que cada
quien haga lo que quiera sin invadir esferas ajenas. He conocidos distintos
ambientes y gente muy diversa en mi vida, he estado en bastantes “películas”
digámoslo así. Me he movido. Es un gran privilegio que he tenido y que sin ser
consciente plenamente de ello lo busqué. Por lo que en absoluto acampé o construí mi cabaña en un único círculo, espacio, contexto o
territorio (para empezar soy un transterrado), como tantos. No ha sido mi caso en absoluto,
yo he cambiado mucho hasta de pasiones, incluso ahora de muy mayor he tenido la inmensa suerte de pegar un
giro a mi vida de 180º literales.
De hecho con 15 años hice los célebres ejercicios
espirituales de San Ignacio de Loyola, inolvidables, como se sabe de los jesuitas. Conocimiento empírico. Suficiente. Y no
se me antoja que puede ser el té mejor que tomar cervezas con amigos; tomar té en todo el mundo es tomar té, algo rígido, insulso a más no poder, de una solemnidad barata e impostada, sin la más mínima repercusión psíquica o sensorial: Prefiero ir de corro en
corro en bares bonitos, reírme, dar curso al ingenio y la alegría con gente cachonda e interesante.
No tengo la menor intención de convertir a nadie a la cerveza, si no lo descubren por sí
mismos no se merecen ninguna "revelación". Me parece muy bien el Té,
quizá bastante aburrido, ascético, deslavazado, blando y que tal vez esconda cierto
odio al cuerpo y la vida y rechazo a este mundo terrenal. Sin entrar en las imprescindibles
experiencias transgresoras de rebasamiento de límites que puede procurar el alcohol.
Una experiencia y conocimiento juvenil al menos, inexcusable. He
tratado de ser todo lo hedonista que he podido ser o me han dejado.
Y desde luego si se habla de alianza de civilizaciones, un
concepto insulso patrocinado además por Zapatero y Erdogan ¡vaya dos!, lo mínimo
exigible es que si uno sale al encuentro del Otro no
puede poner su caparazón al de enfrente para cubrirlo con él. Yo te dejo
vivir como te dé la gana, no te impongo nada, y me da absolutamente igual lo
que hagas, yo bendigo pocas cosas, no me obligues ni me vetes nada ¡anda!
Jamás he visto una escena divertida, simpática con el té por
medio, pero sí muchas con el whisky, dudo además que se puedan dar. Se podría hablar tanto de tantos puntos de vista…
Mi último libro confiere importancia al tema del alcohol en los países
islámicos. Es algo sobre lo que me gustaría conocer, y más en Marruecos donde
es tolerado.
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