Antes de hacer las maletas hay cosas que acometer. Una,
recoger mi ordenador pequeño que se estropeó antes de ir a EE.UU. a primeros de
octubre. Como no daba tiempo, hube de
comprar otro, de forma que ahora tengo dos ordenadores pequeños y casi gemelos,
el que recogeré hoy puede convertirse en tablet, pero yo no necesito para nada
una tablet.
Finalizando el año
puedo confirmar realizados los propósitos y expectativas que albergué a su comienzo. Ha sido un año
fabuloso, de los mejores de mi vida. Que tampoco terminará mal ya que se
cambiará de año en Oporto. Llevábamos muchísimos años en que nuestras
Nocheviejas seguían marcando topes culinarios, rebosantes de amigos, amén
de cosmopolitas literales. Este año Oporto
Recuento del año, que casi se inició en Londres. Me invitaron a un coloquio internacional en El
Aaiún y me pasé casi tres semanas por Marruecos presentado mi entonces último
libro por los departamentos de español
de las universidades de Rabat y Casablanca. Conocí gente e hice amigos y en
ello sigo y con más perspectivas. Me aparté del segundo coloquio, era en el desierto
hace una semana, donde no había visto yo mucho
ambiente cuando estuve, y era otra eclosión de la cultura del té. Que es lo que toma la Reina
de Inglaterra todas las tardes en Buckingham
Palace, y que implica valores ortopédicos, monótonos, sosos, aburridos, de
desdén a la vida y el cuerpo, también a la psicología humana que la
amortaja, y que yo ante tamaño
ofrecimiento de insuficiencia de elan
vital bergsoniano como de espíritu, sin leucocitos, no pienso cambiar. Además, los coloquios como
casi todo lo reglado y formal me aburren. Prefiero hacer un buen artículo para la revista sahariana en
la que colaboro, que ponerme hacer una ponencia, que ni sé ni mi interesan esos
modelos de investigación de universidad, tan papagayos.
También ya en el orden de agravios, anotar tres clamorosos y dos en grado de tentativa.
Tres veces he sido buscado y contactado para traducir mis libros al francés y árabe. El primero se vino
a las Palmas, cuando hace dos años presentaba un libro, era un señor de Rabat de
un ministerio, incluso firmamos un acuerdo de cesión de derechos de edición al
francés y árabe. Nada. En la fiesta del final del coloquio internacional de abril
pasado se dirigió a mí el Decano de la Facultad de letras de la
Universidad de Rabat para traducirme. Nada.
También en Rabat lo hizo el jefe del
departamento de español de esa Facultad que me llegó a pedir las maquetas para más
rapidez traductora, las pedí a la editorial, me las dieron y se las mandé:
nada. Lo curioso que siempre vinieron a
mí y nunca yo a ellos. Por eso resulta más inexplicable. Ya sé de lo
que/quienes no hay que fiarse en absoluto.
Escribí un libro de viajes que contiene reflexiones
ensayísticas y fotos, por el Sáhara y Marruecos. Es mi último libro. Igual pronto
aparezco en el mundo editorial como editor, me atrae mucho. Está bastante definido el
proyecto.
También entré en el Instituto de Estudios Canarias. Sé de
qué va a ser mi lectura de ingreso, es sobre un intelectual canario del que he
escrito un libro, uno de los fundadores de esa Institución, que pretendo
contextualizar tanto en su momento como con relación las antologías de los años 80 (tan antifranquistas póstumos) que le
dejaron fuera. En esto de dan grandes paradojas.
He escrito artículos para digitales extranjeros, también he
escrito el epílogo del libro de un poeta
saharaui, ya publicado. Este año me he incorporado a la Enciclopedia de la Sociedad de Estudios Vascos. Viajamos a la inauguración de
la casa de mi hijo en Washington a donde llevamos 4 amigos, al final, más reincorporaciones, salíamos a 10 humanoides
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